Familia
No es normal que te duela la regla y si te duele es que algo te está pasando
La ginecóloga autora de Hablemos de vaginas (ed. Anaya) explica las razones.
Es bastante probable que a ti te pase o haya pasado, o que conozcas a mujeres que les suceda. Hablamos del dolor menstrual, algo tan normalizado que la mayoría de las mujeres, incluso muchos ginecólogos consideran, de manera errónea que eso es algo normal. Pero no, no lo es, no es natural que una mujer tenga que sufrir cada mes un dolor que altera, en la mayoría de los casos, su calidad de vida.
¿Entonces por qué me duele?
Porque pasa algo que no va bien. No es necesariamente algo grave ni malo, ni peligroso, pero si la menstruación provoca dolor, algo está yendo mal y deberíamos averiguar qué es lo que pasa para corregirlo.
Hay causas orgánicas, esto significa que hay algún daño, como por ejemplo sucede con la endometriosis.
Hay causas funcionales, es decir, hay dolor sin lesión en ningún tejido, sin ningún daño. Cuando esto sucede hablamos de dismenorrea primaria. Bien es cierto que algunas mujeres con este diagnóstico, más adelante se comprueba que de primaria no tiene nada y resulta que se trata de un dolor por una endometriosis que no hemos diagnosticado.
La naturaleza del dolor a veces es muy compleja: puede ocurrir también lo contrario, que un dolor sea secundario a un daño, pero que más adelante este desaparezca y, sin embargo permanece el dolor, nuevamente sin daño. Si esto ocurre es porque el dolor se ha transformado en dolor neuropático, es decir, se ha quedado alterada la vehiculación de la sensación dolorosa a través del sistema nervioso, por lo que aunque ya no hay lesión sigue habiendo dolor sin daño estructural visible. Este tipo de dolor, el neuropático, es muy difícil de tratar.
En cuanto a la dismenorrea primaria (dolor menstrual sin ningún daño ni causa visible) generalmente se debe a un inadecuado balance hormonal, bien porque no hay suficiente progesterona en la segunda fase del ciclo o porque hay un exceso de estrógenos (hiperestronismo).
Detrás de este disbalance hormonal puede haber múltiples causas, entre ellas: déficits de micronutrientes, una alimentación basada en exceso de alimentos procesados, una función ovárica alterada, alteraciones metabólicas que impidan una correcta eliminación de estrógenos, disruptores endocrinos, etc.
Las fases del ciclo menstrual
Tenemos dos fases que, a su vez, se pueden subdividir en cuatro. En un ciclo normal, entre regla y regla en la mitad estaría la ovulación. Hasta ahí tendríamos la primera fase del ciclo y de la ovulación a la siguiente regla, la segunda.
En la primera fase hay un predominio de estrógenos sobre progesterona, con la ovulación se forma el cuerpo lúteo que dará paso a la secreción de progesterona y entonces en esta segunda fase tendremos más progesterona que estrógenos. Es importante que siempre exista este adecuado balance: primera fase estrogénica y la segunda con predominio de progesterona. Para ello ha de producirse ovulación (si no hay ovulación no habrá suficiente progesterona).
Los estrógenos y progesterona tienen funciones diferentes que de manera cíclica van alternándose.
Los estrógenos aumentan la vigilancia inmunológica, la progesterona la disminuye; los estrógenos son en general activadores neurales en el sistema nervioso central (por eso estamos más activas en la primera fase del ciclo, especialmente llegando la ovulación)
La progesterona y derivados se comportan como inhibidores neuronales (en especial un metabolito que es la alopregnenolona, que activa el sistema GABA del cerebro produciendo tranquilidad), de ahí que estemos menos activas y necesitamos más tranquilidad).
En cambio, si estamos excesivamente irritables en la segunda fase del ciclo puede ser por un déficit de progesterona. Los estrógenos estimulan la proliferación celular en mama y en endometrio, la progesterona al contrario, los estrógenos retienen líquidos, la progesterona lo contrario... es decir, todos nuestros sistemas cíclicamente van cambiando. Dentro de esa saludable alternancia cíclica, el sentido biológico es que si con la ovulación se produce un embarazo todos los sistemas están en su punto para que este siga adelante (por ejemplo no estaría bien tener la vigilancia inmunológica aumentada como en la primera fase porque podría ser contraproducente ya que podría “rechazar” el propio embarazo).
Cuando hay demasiados estrógenos (por exceso de producción o déficit de eliminación, o por disruptores endocrinos) o cuando la progesterona es más baja de la cuenta en la segunda fase del ciclo ocurren esos desajustes a favor de estrógenos, y se dan esos síntomas propios del síndrome premenstrual consecuencia del exceso de estrógenos (hiperestronismo): retención de líquidos, hinchazón de mamas, exceso de sangrado, irritabilidad, dolor, etcétera.
¿Qué hacer entonces?
Hay muchas formas, lo ideal es individualizar cada caso y encontrar cuál es la causa que en cada mujer está produciendo ese dolor, así se puede enfocar mejor el tratamiento. Sin embargo hay medidas que no van dirigidas a tapar el dolor sino a eliminar la causa que lo provoca. Es decir, encaminadas a reducir el hiperestronismo y la inflamación, y también a mejorar la conducción de la sensación dolorosa a través del sistema nervioso.
Una alimentación equilibrada donde se evite el consumo excesivo de alimentos procesados y azúcares refinados (las dietas poco saludables favorecen el hiperestronismo y la inflamación), evitar tóxicos ambientales (como los disruptores endocrinos), evitar el estrés (genera una cascada de factores proinflamatorios), hacer ejercicio físico o yoga favorecen un ambiente sistémico más idóneo (menos inflamación sistémica), también existen gran cantidad de suplementos específicos que podrían ayudar como el Vitex Agnus Castus (favorece el equilibrio hormonal), el aceite de Onagra (efectos antiinflamatorios), suplementos con cannabidiol y GABA ya que mejoran el dolor y reducen la irritabilidad y la ansiedad. En países como Holanda, por ejemplo, es lo que se suele recomendar desde las consultas a las mujeres ya que hay toda una serie de evidencia científica que corrobora su efectividad.
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