Familia
El engaño de la pirámide nutricional
Niklas Gustafson, experto en Nutrición y CEO de Natural Athlete
Siempre nos han dicho que hay que comer de todo, ¡pero no todo por igual! Más hidratos de carbono que verduras, más lácteos que carnes… ¿Nos choca este planteamiento? Es la gran “conocida-desconocida” Pirámide Nutricional. Y sí, es lo que llevan años y años diciéndonos que es la alimentación más correcta.
Este modelo es antiguo. Ya en los años 40 empezaron a dividirse los alimentos en 6 ó 7 grupos para recomendar el consumo de cada uno de ellos. El problema empezó cuando, en los 70 y ya como pirámide, se promovió una mayoría de carbohidratos (en la base), con hasta un 60% de la dieta, y se empezó a reducir cada vez más el consumo de grasas. Los poderosos lobbies del azúcar tuvieron mucho que ver en esta organización, y parece que aún siguen influyendo ya que, aunque con el tiempo este modelo se ha ido adaptando y reformulando, incluso añadiendo pautas de vida saludable como actividad física diaria o una buena hidratación (fig.1), la estructura sigue siendo muy similar a la de entonces.
Pensamos que sigue sin ser la forma más saludable de comer. Y sin embargo, todavía son muchos los profesionales de la salud que la recomiendan y es, de facto, la realidad en la mesa de la mayoría de los hogares en España.
Una pirámide mucho más natural
Nosotros, como alternativa a estos despropósitos, proponemos un modelo donde las frutas, verduras, frutos secos, bayas y proteínas sean los protagonistas de la dieta diaria, con los lácteos en la cúspide (serán de consumo ocasional, pero regular). Y, por supuesto, eliminando el consumo de cereales, pasta, arroz y derivados que no aportan ningún nutriente e incluyendo, por derecho propio, a las grasas, que han sido injustamente tratadas estos años (fig 2).
Veamos en detalle la importancia (o no) de cada uno de estos grupos de alimentos:
Vegetales: Solo con que pensemos un poco en términos lógicos y naturales, podemos ver que tiene poco sentido dar más relevancia al consumo de arroz y cereales que al de las frutas y verduras, que por otra parte han sido la base de la alimentación del ser humano desde el principio de los tiempos. Como hemos dicho, éstos deben ser la base de nuestra dieta.
Proteínas animales: Tampoco sería correcto posicionar el grupo de carnes, aves, mariscos, pescados, huevo, y frutos secos tan alejados de la base de la pirámide como sucede en el modelo tradicional, ya que son muy importantes en nuestra alimentación. Y en cualquier caso, habría que evitar la generalización por grupos, ya que no distingue entre alimentos ecológicos, provenientes de animales criados en libertad y con pastos, de los temidos ultraprocesados (salchichas, hamburguesas, etc.), que no solo son ‘menos carne’, sino que además podemos afirmar sin temor a equivocarnos que son dañinos para la salud.
Carbohidratos refinados: Desde aquellos primeros tiempos en que se incluyeron los carbohidratos como base de la pirámide, son elementos que han sido injustamente alabados y potenciados en la alimentación occidental. Y lo peor es el ascenso de los refinados, creados por el ser humano, procesados industrialmente y sin capacidad nutricional alguna. Tristemente son estos últimos los más habituales en los lineales y en la alimentación de los usuarios. En cualquier caso, aunque la misión de los carbohidratos es aportarnos energía, y la cumplen, es una energía que dura poco y nos provoca la necesidad de más, más carbohidratos que convierten esos picos de energía en una montaña rusa para el cuerpo nada saludable.
Grasas: Injustamente tratadas a lo largo de toda la historia reciente y acusadas de ser las responsables de enfermedades cardiovasculares (sin fundamento y, de nuevo, por los intereses económicos de la industria del azúcar), las grasas sin embargo sí nos aportan una energía más duradera en el tiempo, y por tanto más saludable. Una mucho más sana, que apenas nos deja azúcar en sangre y que nos aporta una energía que nos dura muchas más horas. Las grasas deberían ser nuestro motor.
Dulces: En la recomendación de una alimentación sana no deberían estar, en ningún caso, los bollos, dulces, caramelos y demás ultraprocesados. Son productos que carecen de nutrientes fundamentales y además está demostrado que resultan dañinos en el medio y largo plazo, provocando enfermedades cardiacas, diabetes, obesidad o incluso algunos tipos de cáncer. Si ningún nutricionista recomienda su consumo, ¿por qué aparecen aquí aunque sea para un consumo ocasional?
Como siempre, y como en todo, hay que vigilar que todos esos alimentos sean de buena calidad (frutas y verduras con la menor cantidad de almidón y azúcares: naranjas, pomelos, arándanos o ciruelas; apio, pepino, calabaza, zanahorias, champiñones, pimientos, alcachofas o puerros), grasas de buena calidad (huevos, aguacates, frutos secos, semillas, legumbres -como la soja y el cacahuete- y pescados naturalmente grasos como el atún, salmón, sardinas), proteínas animales en las que entrarían carnes ecológicas como pollo, ternera, cordero o venado, aves, mariscos, pescados y huevo).
La base de una buena alimentación es la consciencia de alimentarse bien. Si tenemos dudas, pensemos que la naturaleza es sabia y nos ha guiado durante miles de años, poniendo a nuestro alcance los alimentos que necesita nuestro cuerpo. Si algo no está en la naturaleza como tal, simplemente tendremos que descartarlo de nuestra dieta.
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