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El coaching, una útil disciplina para mejorar las relaciones familiares

Conflictos, insatisfacción, ausencia de comunicación, pérdida de autoridad, desavenencias, rupturas. Las relaciones familiares no siempre son una balsa de aceite, pero su estado vital puede mejorar y tornar en nuevas dinámicas que mejoren la convivencia gracias al coaching familiar, un proceso de acompañamiento reflexivo que puede maximizar el potencial del grupo e incluso reforzar los lazos entre sus miembros.

Así, una vez obtenido el resultado deseado y finalizado el proceso, es cuando el sistema recupera su equilibrio, los vínculos familiares se muestran sanos y reconstruidos, así como fortalecidos, puesto que la familia vuelve a convertirse en ese círculo que –perfecto o no- se alimenta de las fortalezas de cada uno de sus miembros.
Así, una vez obtenido el resultado deseado y finalizado el proceso, es cuando el sistema recupera su equilibrio, los vínculos familiares se muestran sanos y reconstruidos, así como fortalecidos, puesto que la familia vuelve a convertirse en ese círculo que –perfecto o no- se alimenta de las fortalezas de cada uno de sus miembros.larazonlarazon.es

Las familias, al igual que las empresas, son entidades cambiantes y complejas en las que las cosas no siempre funcionan como a todos sus miembros les gustaría. Las discusiones entre padres e hijos –especialmente durante la adolescencia de estos últimos-, las opiniones opuestas sobre la educación, sobre cómo ha de organizarse el día a día, cuáles son los derechos y obligaciones de unos y otros en ocasiones y el desequilibrio entre la vida personal y la laboral minan la convivencia en la familia -e incluso la supervivencia del propio ente social-, pero pueden resolverse con trabajo por parte de cada uno de los miembros y la ayuda de un servicio de coaching contratado específicamente para ello.

El coaching es una herramienta especialmente útil en procesos de cambio y momentos de crisis, de ahí su utilidad en una entidad tan cambiante como la familia, en el que sus miembros crecen, envejecen y van adoptando distintos roles a lo largo de la vida. Su misión es la de ayudar a sus miembros a encontrar respuestas basadas en sus propias fortalezas y lo mismo resulta útil con la llegada de los hijos que tras una ruptura o con la elección de una nueva pareja porque sirve de apoyo al cambio incluso en una entidad de tan estrechos lazos.

El coaching resulta resulta especialmente eficaz a la hora de canalizar las emociones, adaptarse a nuevas relaciones, asumir nuevos retos, aumentar el compromiso, mejorar las relaciones y superar los conflictos y bloqueos, pero no ha de esperarse del coach que asesore u oriente: el coach ofrece un espacio seguro, libre de prejuicios y críticas, un espacio en el que la propia familia es capaz de identificar sus distintas posibilidades de elección y su propia solución siempre que todos sus miembros estén dispuestos a implicarse. Dicha implicación, además, no limita el desarrollo individual de cada uno de los miembros, sino que lo posibilita a la vez que el colectivo, entre otros, gracias a las respuestas alcanzadas a través de preguntas y el desarrollo de una escucha activa. Se favorece el desarrollo de habilidades desde las que ser capaces y resultar hábiles a la hora de procurar una mejora en la calidad de las relaciones.

Así, una vez obtenido el resultado deseado y finalizado el proceso, es cuando el sistema recupera su equilibrio, los vínculos familiares se muestran sanos y reconstruidos, así como fortalecidos, puesto que la familia vuelve a convertirse en ese círculo que –perfecto o no- se alimenta de las fortalezas de cada uno de sus miembros.

Para que cada familia pueda escoger el servicio de coaching más adecuado a sus necesidades, desde ICF España, la filial española de la International Coach Federation (ICF), recomiendan optar por un coach certificado como ACC (Associate Certified Coach), PCC (Professional Certified Coach) o MCC (Master Certified Coach) por ICF –certificaciones que pueden verificarse digitalmente en tiempo real- y que garantizan el ejercicio de un coaching profesional de calidad.

Cris Moltó, presidenta de ICF, señala la necesidad de atender a la vigencia de estas certificaciones como la mejor muestra del crecimiento constante y continuado por parte de los profesionales en curso: “Tienen una validez de tres años y para renovarlas los coaches han de acreditar una formación continua durante dicho período, lo que garantiza su permanente renovación profesional. Son además, garantía de manejo de competencias, de experiencia y de respeto a un código ético”.