Familia

“Pasar de curso sin merecerlo constituye, sencillamente, un fraude”

Entrevista a Alberto Royo, profesor de instituto y autor de libros como La sociedad Gaseosa o Contra la nueva educación.

Alberto Royo
Alberto RoyoAlberto Royo

Hace tiempo que Alberto Royo es sumamente incómodo para muchos defensores de pedagogías alternativas basadas en felices sentimientos más que en el conocimiento. Así lo ha demostrado en sus libros La sociedad gaseosa, Contra la Nueva Educación o Cuaderno de un profesor. Ante la noticia de que Celaá pretende que no haya límite de suspensos para pasar de curso, da su opinión en esta entrevista.

-Pasar de curso es el sueño de cualquier…? (Complete la frase)

Iba a decir “de cualquier adolescente” porque creo que es natural que el alumno busque pasar de curso y aprobar, más que aprender o cultivarse. Con esto yo no me haría cruces. Es lo que les toca a ellos y a nosotros nos corresponde intentar convencerles de que saber es valioso en sí mismo. Pero lo cierto es que esta sería una generalización, como toda generalización, injusta. Lo más objetivo sería decir que esto de “pasar de curso” es el sueño de cualquier consejero o ministro de Educación porque es lo único en lo que piensan: en maquillar la estadísticas. En el fondo, los estudiantes se sienten satisfechos cuando su esfuerzo se ve recompensado, ya que no hay mayor estímulo que comprobar que uno progresa.

-Las consecuencias inmediatas de pasar de curso sin merecerlo son… ¿Y las consecuencias a largo plazo?

Pasar de curso sin merecerlo, como recibir una calificación injusta (por arriba o por abajo) constituye, sencillamente, un fraude. Es un engaño al alumno. Nuestra objetivo ha de ser exigir, ayudar, enseñar… Nunca estafar. Y lo más grave de todo es que esta suerte de tómbola en la que se pretende convertir la institución académica perjudica sobre todo al alumno desfavorecido y al que más dificultades de aprendizaje puede tener. Por dos motivos: porque el alumno desfavorecido no encontrará fuera de la escuela lo que no encuentre en esta, y porque sin exigencia no hay forma posible de detectar dificultades y buscarles solución. A largo plazo, la consecuencia será una desoladora brecha cultural. La famosa brecha digital será una broma, en comparación.

-Valore del 1 al 10 el nivel de justicia que tiene una medida que premia la labor en grupo, despreciando la individual.

No es cuestión de puntuaciones, pero aunque el trabajo en grupo puede tener su momento y ser beneficioso, lo que es indispensable para el aprendizaje es el trabajo individual, que requiere, claro está, concentración, atención, voluntad… Hábitos de trabajo, en definitiva. En mi asignatura el trabajo en equipo tiene su importancia, pero siempre está supeditado a la labor individual. En la interpretación musical, si uno no domina su parte, no podrá participar de la interpretación en conjunto con un mínimo de solvencia ni aportar al grupo.

-Sé que usted es crítico con todas las reformas educativas. ¿No cuentan con los docentes para hacerlas? ¿Por qué cada vez son peores?

A mí no me han preguntado nunca. Supongo que prefieren preguntar a César Bona, cuyas frases quedan más bonitas en los titulares de prensa y son mucho más aprovechables para que los políticos consigan votos. Yo hablaría de exigencia y eso es algo que queda feo... Por otro lado, en realidad seguimos con la misma ley, que no ha cambiado en lo sustancial desde la LOGSE. Es verdad que nuestra Ministra se está esforzando por llevarse el premio a la peor gestión educativa y dejar sin vigencia aquel refrán de “otro vendrá que bueno te hará”. Un ejemplo es la propuesta de aumentar la escolarización obligatoria hasta la mayoría de edad, que recuerda más una cadena perpetua que a un intento de formar mejor a nuestros alumnos. Otro, la genialidad de que se pueda pasar de curso sin límite de suspensos, que es una forma de suprimir el fracaso escolar eliminando la posibilidad de éxito escolar. Es todo un despropósito.

- A grandes rasgos, señale los principales problemas que tiene la educación española.

La mediocridad y el conformismo, para empezar. Es un sistema condescendiente y carente de ambición, cuyos perpetradores y valedores no son conscientes (o no les importa) la importancia de proporcionar a cada generación los conocimientos y habilidades que le permitan progresar socialmente y participar en nuestra sociedad de forma activa, crítica, vigilante y también constructiva. Otro problema es la confusión. Un sistema que confunde la exigencia con la desigualdad es un sistema abocado al fracaso. Se trata, claro está, de una exigencia afectuosa y que se ha de complementar con el apoyo que el alumno menos capaz requiera para desarrollar sus capacidades. Pero no hay aprendizaje sin esfuerzo, ni mayor motivación que saber algo que antes se desconocía. En un nivel mayor de concreción, sería inevitable referirnos a una ratio que en no pocas ocasiones resulta inaceptable e impide un buen desempeño de nuestro trabajo.

-¿Ha dejado de ser la educación pública un ascensor social?

Hace tiempo que se le ven las costuras. Ahora bien, creo que las nuevas tendencias de moda en la educación, las metodologías vacías, la pedagogía chill out y las estrategias didácticas sin base científica están tan extendidas en la red pública como en la privada. Es cierto que es la enseñanza pública la que debería estar especialmente blindada ante estos casos de parasitismo educativo, pero en cualquier caso hay centros en los que la situación está controlada y otros en los que está descontrolada y han abrazado ese supuesto “Nuevo Paradigma”, demostrando escaso espíritu crítico y poca seriedad. Volviendo al ascensor, con estos dirigentes y estos expertos (inexpertos) educativos, la realidad es que las diferencias sociales van a ser cada vez mayores. Basta pensar cómo afrontará esta situación un alumno que en casa escuche un vocabulario rico o tenga acceso a la cultura, el arte o la ciencia, o cómo lo hará quien no tenga esa posibilidad.

-¿Están menos interesados los alumnos de hoy que los de hace veinte años? ¿Tendrá la culpa internet? ¿A quién culpamos?

Bueno, yo hace veinte años no estaba enseñando en secundaria sino dando conciertos, pero mi respuesta es no. Creo que es natural que un adolescente muestre poco interés o que prefiera buscar el atajo (como muchos adultos, por otra parte). Sí pienso que lo tienen más difícil debido aciertas actitudes de los adultos, que a veces no los tratan como personas inteligentes y capaces a los que se ha de plantear retos y poner en aprietos, ayudándoles a superarse. Internet no debería ser un problema, salvo si concluimos estupideces como que nuestros alumnos son “nativos digitales” o que “todo está en la red”. Se ha convertido en una gran herramienta si sabe utilizarse y, sobre todo, si se dispone de una cultura sólida que permita discernir lo importante de lo accesorio y lo correcto de lo incorrecto. A nuestros alumnos hemos de presentarles los contenidos de nuestra materia, de la forma más atractiva (cuando se pueda, pues en toda asignatura hay contenidos áridos que deben aprenderse), pero por encima de todo, con rigor, profesionalidad y profundo conocimiento de lo que tenemos entre manos, pues no son idiotas y reconocen perfectamente al profesor que sabe de lo suyo y al que es un impostor o un charlatán. Y, si es posible, debemos contagiar entusiasmo. No tiene sentido obsesionarnos con la diversión (entretener y enseñar, aunque no son incompatibles, sí son cosas distintas) ni buscarle a todo un sentido lúdico (ya nos dijo Unamuno que el maestro que quiere enseñar jugando termina jugando a enseñar, y el alumno que quiere aprender jugando termina jugando a aprender). Tampoco podemos aspirar a que a nuestros alumnos adolescentes se les despierte de un día para otro el amor por el conocimiento. Pero sí es fundamental transmitir que nosotros amamos lo que enseñamos. Si yo no me emociono con Britten dirigiendo, exhausto, casi conmocionado, el final de la Quinta de Mahler, difícilmente podré convencer a mis alumnos de la obra maestra que es. Si yo no sé apreciar un cuadro, un poema, una película... ¿Cómo persuadirles a ellos de que lo que realmente vale la pena cuesta un esfuerzo, que hay resistencias que deben vencer para acceder a la belleza y poder sentir una emoción profunda , hacerles entender que la sensibilidad es algo muy diferente del “emotivismo” o la cursilería?

-Las escuelas de negocio españolas tienen elevado prestigio y están llenas de alumnos españoles… Igual hay esperanza…

No conozco el contexto de las escuelas de negocio. Sí sé que hay mucho negocio en torno a la enseñanza. Mire, hay esperanza porque no nos queda otra. Si no pensara que mi trabajo sirve, dejaría de hacerlo. No podría entrar cada día en clase sin ilusión. Y lo que veo, tengo que decir, no es lo que me gustaría, pero tampoco es para sentirse derrotado. A pesar de las circunstancias, de las malas decisiones de nuestros gobernantes, de las excentricidades de los “expertólogos” y de la perniciosa influencia del pedagogismo, en mis clases se trabaja, se aprende y se disfruta. Y me considero un profesor exigente porque mi propósito no es divertir sino enseñar y porque me esfuerzo por hacerlo cada vez mejor.

-¿Es de mal pensados creer que hay una querencia en formar borregos para que la sociedad sea más dócil?

A quienes mandan les puede interesar que los ciudadanos sean ignorantes porque a lo suyos ya se encargarán de proporcionarles conocimiento. Y, cuanto más desinformados, más sumisos. Me temo, además, que en esta están tanto los que denominan conservadores como los que se dicen progresistas. Creo que la auténtica casta en el futuro va a ser la que se guarde el conocimiento para sí.

-Pensar, formar mentes críticas. ¿Esta es la tarea que distingue al buen profesor del mediocre?

Me cuesta pensar que un profesor no quiera formar mentes críticas. La cuestión es: ¿se puede formar una mente crítica con pocos conocimientos? Es decir, ¿qué, sino un hondo conocimiento sobre el asunto que sea, te permite adoptar ante el mismo una posición crítica, te hace plantearte preguntas, te mueve a la reflexión rigurosa…?

-Alegato final para Celaá.

¿Puedo pedir su dimisión? Que pongan a Miguel Bosé, si es necesario. Total...