
Familia
Silvia Barrial, psicóloga: "Los castigos a los niños no son tan eficaces como creemos"
Estudios revelan que esta práctica no modifica la conducta de los niños a largo plazo, sino que su efecto es puntual

Es probable que en algún momento de tu vida tus padres te hayan castigado sin salir a la calle con tus amigos, te hayan prohibido utilizar el móvil o hayan recurrido al típico "¡Esta semana te quedas sin paga!". O puede ser también que, tú como padre o madre, lo hayas verbalizado alguna que otra vez. Mientras algunos defienden estas prácticas disciplinarias tradicionales como herramienta para corregir malos comportamientos, otros las cuestionan por sus posibles efectos negativos en el desarrollo emocional y psicológico de los menores.
En este contexto surge la gran duda, ¿son realmente útiles estos castigos? Silvia Barrial Verdén, una psicóloga gijonesa de alto prestigio, reconoce que "no son tan eficaces como creíamos". En una entrevista con COPE ha explicado que "tenemos numerosos estudios que nos dicen que es mucho mejor utilizar modelos ligados a una educación en positivo".
"Los castigos han demostrado muchas flaquezas", asegura. Entre ellas, que "no consiguen modificar la conducta a largo plazo; a corto plazo sí actúan; pero a largo, no solucionan el problema".
Alternativas al castigo: disciplina positiva
En las últimas décadas han aparecido modelos de educación alternativos que tienen como punto clave las emociones. "Los niños y adolescentes tienen un conocimiento mayor que el que teníamos generaciones anteriores de cómo afectan las emociones a nuestras conductas y comportamientos", explica la psicóloga. Es aquí donde aparece el uso de las consecuencias lógicas y naturales.
Las consecuencias naturales son "aquellas que ocurren, de manera natural, después de una acción o una conducta, y que hacen responsables a los niños en primera persona, sin que sea necesaria una gran intervención de los padres". Así lo ejemplifica Silvia: "un niño que está 'haciendo el burro' con un juguete y se rompe".
"Además de evitar decir 'te lo dije' o 'ya te avisé', ante una demanda de comprar otro juguete, debemos explicarle de forma amable que no, que ya se había comprado uno; y, de esta forma, establecemos un límite". La psicóloga aclara que "hay una consecuencia natural cuando tratamos un juguete de forma brusco, el niño adquiere una responsabilidad, y no hay un castigo más allá de la propia consecuencia natural de que se rompa un juguete".
Consecuencias lógicas
En cambio, hay momentos en los que los padres sí tienen que intervenir "porque hay un riesgo para el niño". Ahí entran en juego las consecuencias lógicas. Por ejemplo, "dos niños o adolescentes discuten por un sitio en el sofá y acaban peleándose". ¿Qué hacer en ese caso? "Hay que intervenir para separarles", explica la psicóloga.
En ese momento, "se les explica el límite y se les dice que reflexionen, en la habitación, sobre una forma para llegar el acuerdo; con la advertencia de que, si no llegan a un acuerdo, la consecuencia será que no podrán ver la película que iban a ver".
Entonces, ¿en qué se diferencia un castigo de una consecuencia lógica? Según Silvia Barrial, "el castigo está asociado al poder y la autoridad del adulto, y surgen en un contexto en el que los adultos perdemos el control; mientras que las consecuencias lógicas son respetuosas, y se imponen con firmeza, pero con cariño".
Efectos emocionales del castigo
El impacto emocional del castigo en los niños puede ser profundo y perjudicial. Estudios recientes han revelado que el castigo constante, en especial el físico, está vinculado a una serie de trastornos emocionales y conductuales.
Entre los efectos más comunes se encuentran el aumento de la ansiedad, la depresión y los problemas de autoestima. Los niños que sufren castigos frecuentes tienden a desarrollar una percepción negativa de sí mismos, lo que puede generar conductas de evasión y una baja confianza en sus propias decisiones y capacidades.
Además, el castigo también puede afectar negativamente la relación entre padres e hijos. En lugar de promover el diálogo y el entendimiento mutuo, el castigo suele generar un ambiente de temor y desconfianza.
Los niños pueden llegar a asociar la figura de autoridad con el sufrimiento y la imposición, en lugar de con el apoyo y la orientación. Este tipo de dinámicas puede influir de manera duradera en la forma en que los niños se comunican y gestionan los conflictos en sus futuras relaciones.
Un camino hacia la comprensión y la empatía
Al entender los efectos negativos del castigo y promover enfoques más saludables como la disciplina positiva, no solo mejoramos el bienestar emocional de los niños, sino que también estamos contribuyendo a la formación de futuras generaciones más empáticas y comprensivas.
La construcción de relaciones sólidas entre padres e hijos, junto a un enfoque en la comunicación emocional, puede crear un ambiente de confianza y apoyo que favorezca el desarrollo emocional saludable.
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