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Sufrir por no ser un hombre o mujer “como es debido”

Cómo nos afectan los estereotipos de género

Sufrir por no ser un hombre o mujer “como es debido”
Sufrir por no ser un hombre o mujer “como es debido”larazon

Mujeres que son etiquetadas como lesbianas o bisexuales porque no les gusta pintarse ni llevar falda. Parece que los estereotipos de los roles de género y la homofobia están estrechamente relacionados, constituyéndose en nuestro cerebro prejuicios.

¿Qué es ser una mujer? ¿Qué es ser un hombre? ¿Existe un único modelo adecuado de masculinidad y feminidad? En mi experiencia profesional como psicólogo y psicoterapeuta he podido trabajar con numerosos pacientes que arrastran graves secuelas emocionales derivadas de sentir que no se ajustan a las expectativas de lo que se considera masculino o femenino, generando a menudo confusión en torno a su orientación sexual. Hombres que expresan temor de que se les perciba como gays o bisexuales por gustarles escribir poesía, las canciones de amor y/o bailar. Mujeres que son etiquetadas como lesbianas o bisexuales porque no les gusta pintarse ni llevar falda. Parece que los estereotipos de los roles de género y la homofobia están estrechamente relacionados, constituyéndose en nuestro cerebro prejuicios acerca de que cumplir o no con los roles asociados a nuestro género puede determinar nuestra orientación sexual.

Si nos fijamos en nuestra propia historia de vida, hemos crecido en un mundo donde hemos recibido con frecuencia mensajes verbales y no verbales acerca de qué es ser un hombre y qué es ser una mujer, estableciéndose así desde edades muy tempranas un concepto de cómo debemos ser y comportarnos: a los chicos les gusta el futbol”, “a las chicas les gustan las muñecas”, “es malo que te atraiga alguien del mismo sexo ”, “si muestras tus sentimientos eres menos hombre”, “si no te gustan las faldas eres una marimacho”.

Cuando somos adultos a menudo aprendemos que estos mensajes son nocivos, contándonos a nosotros mismos que ya no están en nuestro disco duro, que ahora nuestras ideas son otras. Sin embargo en mi experiencia profesional he podido comprobar que, desgraciadamente, esto no siempre es así. Con frecuencia no somos conscientes de cómo arrastramos estos mensajes en nuestro inconsciente. El lenguaje verbal y no verbal a menudo nos traiciona, mostrándonos que aún quedan restos de esas ideas prefabricadas que aprendimos en el pasado.

En las sesiones con los pacientes se observa cómo muchas personas conviven con una especie de “Juez interno” que a menudo les ha recriminado a lo largo de su vida no ser un “hombre de verdad” o “una mujer como es debido” si sienten o se comportan de una determinada manera. Este “Juez” es el causante de la aparición de sentimientos de autodesprecio que se instalan muy pronto en cada uno de nosotros. Sentimientos de autodesprecio que aumentan y se arraigan cada vez que no cumplimos con las directrices marcadas en relación con nuestro género o nuestra orientación sexual, haciéndonos sentir inadecuados y defectuosos. El daño generado en el concepto que tenemos de nosotros mismos y en nuestra autoestima es, en muchas ocasiones, de proporciones incalculables.

Este fenómeno se produce en hombres y mujeres, independientemente de su orientación sexual. Son muchos los casos de personas heterosexuales que expresan en el espacio psicoterapéutico haber sufrido enormemente por no cumplir con las expectativas de género, expresando el temor de que por ello se les perciba como homosexuales.

En el caso de los hombres heterosexuales, la realidad que se vive muchas veces es muy opresiva, ya que el modelo de masculinidad impuesto mutila una parte fundamental de su identidad imprescindible para desarrollar su bienestar: el mundo emocional. Muchos hombres heterosexuales a menudo son presos de los mandatos que se imponen para ser “un hombre de verdad” y, ante el terror, consciente o inconsciente, de ser tachado de “maricón”, perciben como un defecto el hecho de ser sensibles o emocionales, menospreciando esa capacidad y percibiéndola como algo negativo. A menudo presentan serias dificultades para expresar la afectividad que sienten hacia sus seres queridos, generando malestar tanto en ellos mismos como en las personas que tienen cerca.

Con respecto a las mujeres heterosexuales, el sistema emocional impuesto no es mucho mejor. Muchas de ellas sufren por sentir que no alcanzan los objetivos para ser “una mujer como es debido”. Éstos suelen ir encaminados hacia: ser bellas, delgadas y elegantes; vestir, ser y comportarse de forma femenina para seducir al otro sin ser vulgar ni masculina; la necesidad de ser competente en muchos ámbitos de la vida para ser considerada valiosa; la maternidad como ese lugar al que si no se llega es sinónimo de fracaso; la difícil posición entre no mostrar excesivo deseo sexual pero tampoco estar al margen del sexo”, .... Nuevamente, las actitudes homofóbicas que llevamos dentro y las ideas en torno a cómo debemos ser en función del género nos constriñen, en este caso dictando a las mujeres un código de conducta rígido, opresivo y cerrado para ser “como hay que ser”, haciéndolas sufrir internamente ante el temor de ser una marimacho, una solterona o una puta.

En cuanto a hombres y mujeres LGTBIQ+, además de tener que luchar contra todos los mensajes hostiles convencionales anteriormente descritos, presentan muchas veces una dura lucha contra sí mismos por su condición sexual. Haber crecido en un mundo con múltiples mensajes homófobos suele generar un conflicto interno de complejas dimensiones. En la esfera racional, muchas veces la persona mantiene un discurso de orgullo y conformidad con su identidad y condición sexual, pero a menudo en su inconsciente existen sentimientos de autodesprecio como consecuencia de haber incorporado de forma crónica mensajes descalificadores sobre si mismos por su orientación sexual. Estas emociones han dejado una impronta automática e invisible que genera autorechazo y baja autoestima.

El sufrimiento por no ser “un hombre de verdad” o “una mujer como es debido” hace que en ocasiones se produzcan fenómenos paradójicos. Un ejemplo de ello es la denominada “plumofobia”: hombres LGTBIQ+ muestran sentimientos de rechazo entre sí por no cumplir con los cánones de género establecidos. No es difícil escuchar a pacientes homosexuales expresar su sufrimiento al sentirse discriminados por otros homosexuales por ser afeminado o demasiado masculina, acusándoles de dañar así la imagen del colectivo.

En mi opinión, aún queda mucho por avanzar en lo relacionado con ser el hombre o la mujer que queramos ser sin temor a sentirnos inadecuados y defectuosos. Para ello, hay una parte relacionada con las necesarias luchas políticas y legales dirigidas a equiparar los derechos de hombres y mujeres, así como de personas LGTBIQ+. Sin embargo, la lucha más dura y difícil de batallar tiene que ver con uno mismo, aceptándonos tal y como somos y extirpando todo resto de homofobia y prejuicios de género que anida en nuestras entrañas. Tener una conciencia real acerca de quienes somos y las cárceles invisibles en las que vivimos es la clave que nos permitirá ser nosotros mismos de forma plena y genuina.

Ismael Cerón Plaza

Psicólogo y psicoterapeuta de Augesis

Cofundador de Aile Psicoterapia