Turismo y naturaleza
Así es la impresionante isla de Galicia cuyos fangos tienen propiedades milagrosas
En un centenar de hectáreas alberga hoteles, balnearios, el primer casino español, campo de golf y una capilla revestida de conchas en la que se casó Rajoy
Hay en A Toxa un cierto aire de misterio propio de lo lugares que se separan de la tierra. A fin de cuentas, estamos hablando de un pedacito de lodo y barro que flota en mitad de la península de O Grove (Pontevedra), al abrigo de la cuenca que provoca su fina unión con el resto del terreno, protegido por el norte por otra isla, la de Arousa, y al que se accede a través de un puente. Uno construido hace algo más de un siglo y que, en su momento, resultó el más largo de Europa. O eso dicen.
Lo cierto es que esa pasarela de piedra, que pinta con rítmica cadencia un puñado de farolas clásicas, semejantes a velorios en mitad de la noche salpicada por la luna, introduce al viajero de lleno en el misterio de la isla de A Toxa. El enigma, aquí, tal vez sea cómo saber interpretar esta pequeña ínsula, capaz de concentrar en apenas cien hectáreas hoteles, balnearios, casino, campo de golf y una naturaleza que arrebata.
Todo ello coronado, a vista de pájaro, por una capilla inusual, la de San Caralampio, mártir cristiano del siglo III al que la historia ha reservado otro lugar, al menos en A Toxa, donde el mundo se refiere a esta iglesia diminuta por su verdadera peculiaridad: la de las conchas. Revestida toda ella por esas corazas blancas en las que adolescentes y niños dejan una huella temporal en forma de firma y fecha, promesas de amor eterno que el viento, el mar y el salitre acaban devorando.
No así la historia de esta isla donde, sin ir demasiado lejos, se casó Mariano Rajoy, amén de otros muchos más anónimos. Un lugar, como tantos, con historia, marinera y termal por encima de otras tantas. A saber, un espacio empleado de modo original por los vecinos para el pastoreo -a fin de cuentas, de allí no escapaban los rebaños- y que derivó, con el paso de las décadas en zona termal por excelencia.
Las propiedades curativas
Todo cambió en el siglo XIX, cuando se descubrieron las propiedades curativas de sus fangos y sus aguas mineromedicinales. Cuenta la leyenda -que en Galicia, como todas, puede ser perfectamente cierta-, que el hallazgo se debió a la caprichosa intervención del azar: un burro enfermo fue abandonado en la isla para que pereciese en paz sin molestar.
Tiempo después, cuando el propietario regresó, encontró al animal en perfecto estado de revista. Insólito suceso que dio paso a la construcción del primer balneario en 1840, al que pronto siguió un incremento del turismo y la llegada de nuevas infraestructuras.
En 1907 se levantó el Gran Hotel de A Toxa, uno de esos establecimientos que permanecen en la memoria de otros tiempos y que llegan al presente con el mismo lujo burgués e idéntico atractivo de su origen. A su alrededor la isla ha crecido como centro de referencia para el turismo termal, con balnearios, spas y centros de talasoterapia que combinan los beneficios del agua marina con tratamientos innovadores, algunos incluso basados en el albariño.
La lonja
Pero A Toxa, más allá de sus fangos y sus curas, es también la excelencia marinera y marisquera, la del arte de faenar, la de las nasas, la del rastrillo buscando los bivalvos, la de hombres y mujeres que, con las mareas, el sol y hasta la luna trabajan, en silencio y arrullados por la mar, en lo que, más tarde, se convertirá en una experiencia gastronómica.
Porque ahí, en las aguas de A Toxa, descansan algunos de los mejores mariscos del mundo, que los visitantes, si disponen de tiempo y de dinero, pueden disfrutar, conociendo de modo previo su proceso de extracción: para ello basta con participar en alguno de los curso de marisqueo que se ofrecen. En ellos, guiados por mariscadores locales, aprenderán a extraer almejas y berberechos directamente de la arena, diferenciarlos y conocer los pequeños secretos que, cayendo en el tópico, han pasado de generación en generación.
Al caer la tarde, la lonja de O Grove es un espectáculo en sí mismo: el bullicio rítmico y sonoro de las subastas, el olor a marisco que penetra y las pujas en las que parece que la viveza de la voz cobra más relevancia que la oferta.
El primer casino de España
Algo distinto a lo que sucede en el casino o en el campo de golf. El primero, inaugurado en 1978, fue, en su momento, el primero en España. Un lugar donde el silencio se impone para jugarse la suerte y los dineros en la ruleta americana o la francesa, entre anónimos participantes en las timbas de póquer o Black Jack.
Lejos, en la otra punta de la isla, se extienden nueve hoyos desde 1976. En alguno de ellos, si el viento o la destreza juegan una mala pasada, es probable que la pelota acabe en el fondo de la ría, a los pies de las bateas, donde, ajenos al bullicio de los hombres, mejillones u ostras, entre otros, seguirán creciendo imperturbables.