Historia

Así es el monasterio junto al mar que desafió a piratas y sobrevivió al abandono

Desde su fundación en el siglo XII, su monasterio se convirtió en una fortaleza contra corsarios

El Monasterio de Santa María de Oia.
El Monasterio de Santa María de Oia. Turismo de Galicia

En la abrupta costa entre Baiona y A Guarda, donde el Atlántico ruge con furia, se alza imponente el monasterio de Santa María de Oia, un enclave único en Galicia. A diferencia de otros cenobios que se refugiaron en el interior por miedo a los ataques piratas, este monasterio cisterciense desafió la lógica y se quedó junto al mar. Y no fue un error: desde sus muros, los propios monjes se convirtieron en soldados, defendiendo el lugar con artillería y valentía. En 1624, repelieron el asalto de cinco embarcaciones turcas y bereberes, lo que les valió el favor del rey Felipe IV y el título de Real e Imperial Monasterio de Oia.

Pero esta fortaleza sagrada guarda muchas más historias. Antes de que los monjes la erigieran en 1132, Oia ya era tierra de antiguos pobladores. En sus montes se hallan vestigios de la Edad de Bronce, con pinturas rupestres y castros celtas como el de Bouza Fariña, en Mougás, donde se realizaban sacrificios en un altar que hoy descansa en el Museo Arqueológico de Pontevedra.

Monasterio de Santa María de Oia
Monasterio de Santa María de OiaXunta de Galicia

A lo largo de los siglos, la abadía fue creciendo y transformándose. Su iglesia románica adquirió una monumental fachada barroca en el siglo XVIII y su retablo manierista del XVII sigue siendo una joya artística. Los monjes no solo rezaban y luchaban: también iniciaron la cría de caballos salvajes en la Serra da Groba, dando origen, sin saberlo, a la legendaria "rapa das bestas", una tradición que perdura hasta hoy.

Sin embargo, el destino de Santa María de Oia también conoció la ruina. Con la Desamortización de 1836, el monasterio fue abandonado y pasó de mano en mano, hasta que en la Guerra Civil se convirtió en prisión. Décadas de deterioro siguieron hasta que, en el siglo XXI, una empresa hotelera adquirió la propiedad con la intención de darle una nueva vida como espacio turístico.