Turismo

Un enigmático castro gallego recibe miles de visitas este verano

El yacimiento combina misterio, historia y paisaje en un enclave que atrajo a más de 10.000 personas durante los últimos dos meses

Castro Baroña.
Castro Baroña. Turismo de Galicia

En lo alto de una península golpeada por el Atlántico, un lugar en el que la costa gallega parece debatirse entre la roca y el oleaje, el Castro de Baroña resiste al tiempo como un secreto de piedra. Quien llega hasta allí, tras cruzar el istmo que lo une al continente, tiene la sensación de entrar en otro mundo: un poblado de la Edad del Hierro que, pese a sus más de dos mil años, se mantiene erguido con la misma dignidad.

Una que ha seducido a más de 10.000 visitante este verano. En julio, 4.510 visitantes pasaron por el yacimiento -un 17 % más que en 2024-, y casi 6.000 lo hicieron en agosto, según datos de Turismo de Galicia. El 85 % procedía del resto de España llegando el resto de viajeros de Francia, Alemania, Estados Unidos o Bélgica.

De los más de 5.000 castros identificados en Galicia, pocos conservan la fuerza simbólica y el misterio de Baroña. Sus murallas, algunas de más de seis metros de grosor, defendían un asentamiento que llegó a tener hasta veinte viviendas organizadas en plataformas escalonadas. Calles, plazas, hogares en torno al fuego… todo en piedra. Todo pensado para resistir.

En la cima, la croa, una terraza rocosa, pudo tener carácter ritual. Algunos arqueólogos apuntan que fue más que un simple poblado: un lugar de ceremonias, quizá vinculado al culto al sol, la luna o los antepasados. Allí, entre concheiros repletos de marisco, piezas de cerámica llegada de tierras lejanas y restos metalúrgicos, se dibuja la vida de una comunidad que vivía del mar y que no llegó a integrarse en el mundo romano, lo que explica su abrupto abandono hacia el siglo I d.C.

Entre el mito y la memoria

Las leyendas locales hablan de tesoros enterrados bajo sus piedras, ocultos por los antiguos habitantes antes de desaparecer sin dejar rastro. Lo cierto es que los arqueólogos aún no han podido desentrañar del todo su final. No hay huellas de destrucción violenta, pero sí de una marcha repentina. La naturaleza se encargó de guardar el secreto, dejando el poblado casi intacto hasta su redescubrimiento en el siglo XX.

Hoy, declarado Bien de Interés Cultural desde 2011, el Castro de Baroña se erige como destino turístico de relevancia. Su ubicación, en la playa de Área Longa, refuerza su atractivo natural y patrimonial. Allí, frente al horizonte interminable, los visitantes contemplan el mismo paisaje que vieron los antiguos galaicos hace más de dos milenios.

Visitantes y conservación

El crecimiento del turismo obliga a pensar en el futuro. Turismo de Galicia prepara un estudio de flujos para conocer mejor el impacto de las visitas y planificar su gestión. El objetivo: preservar un legado que pertenece a toda Galicia.

Mientras tanto, cada verano miles de personas seguirán cruzando el istmo, atraídas por la silueta de piedra que parece flotar sobre el océano. El castro, mudo y desafiante, continúa hablando desde su península: recordando que hubo un tiempo en que los hombres y mujeres de Baroña hicieron del mar su vida y de la piedra su refugio.