Casa Real
Jesús Ortiz, la jubilación en segundo plano del padre de Doña Letizia
Tras una larga carrera profesional, decide, a los 71 años, dedicar «más tiempo» a su familia
Cuando a las seis y media del 15 de septiembre de 1972 nacía en Oviedo la hija de Paloma Rocasolano, 20 años, y de Jesús José Ortiz, 22 –ella, asistente técnica sanitaria, y él, estudiante según obra en el registro civil de Oviedo–, nadie imaginaba que la primogénita de ese matrimonio sería hoy la Reina Letizia. De ahí que desde que en mayo de 2004 la periodista del informativo de TVE pasara a convertirse en Princesa de Asturias, tanto los Ortiz como los Rocasolano vivieran también un ascenso mediático, no buscado y no deseado. Ahora, Jesús Ortiz, el padre de la Reina, se jubila de su trabajo en la empresa en la que ha prestado sus servicios profesionales desde que llegase a Madrid en 1987. Jesús llegó a primeros de ese año y se instaló en un apartamento en la calle Canillas, hizo la inscripción en el instituto Ramiro de Maeztu para sus hijas mayores y, en septiembre, sus hijas Letizia y Telma se instalaron con él en un piso del parque de las Avenidas. La madre, Paloma, y la pequeña Érika lo harían un año después, cuando a Rocasolano le concedieron el traslado a Madrid. Lo demás ya es historia de España.
Ahora, Ortiz se jubila laboralmente de Estudio de Comunicación, pero «no de la profesión» de periodista, que ha ejercido desde 1969, primero en radio, revistas, televisión, medios digitales y, en los últimos años, como senior en el área de formación de la empresa montada por el también periodista asturiano Lalo Azcona. Y lo hace a sus 71 años «porque hay que dejar sitio a los demás. Y vale, sí; porque necesito un poco más de tiempo para mi familia y mis cosas». Una familia que incluye a su madre nonagenaria (96), de la que está muy pendiente y con quien le gusta compartir tardes de charla y algún reproche, como su empeño porque ella no fume, cosa que hace a escondidas cuando su hijo la visita en su aldea asturiana. La bisabuela de la Princesa Leonor es una mujer muy activa que, con prudencia, sigue conduciendo y que gracias a un repetidor que le instaló su hijo y a su destreza en el manejo de las tecnologías, se mantiene informada.
Ahora, el padre de la Reina pasa a otra etapa y cobrará su pensión, previsiblemente lo estipulado para cualquier asalariado de su nivel ejecutivo, 2.707 euros mensuales repartidos en 14 pagas, con la posibilidad de seguir colaborando todos los meses, por una cantidad que no supere el salario mínimo, que es de 950 euros. Él ha declarado en sus redes sociales que continuará como asesor. Desde que se supo el compromiso de su hija con el Rey Felipe, el deseo de Jesús Ortiz siempre fue estar en un segundo plano. Los primeros años le resultó imposible y posteriormente sí ha vivido cierta calma, solo alterada el día de Reyes, ya que todos los años organiza merienda con roscón en su domicilio de Pozuelo de Alarcón, donde ha sido vecino del presidente, Pedro Sánchez. Él ha querido seguir viajando en transporte público, acudiendo a cenar a lugares públicos, hacer escapadas con su mujer, Ana Togores, o acudir al cine, actividad que le entusiasma, como a su hija, sin preocuparse de si le hacían fotos o ser tema de crónica social. Lo ha conseguido, pero más de un disgusto se ha llevado en su defensa por conseguir que nadie «coarte su libertad decidiendo quién es y quién no persona de interés público. Eso debe ser una decisión personal». Y él eligió no serlo. Como una vez me dejó muy claro, «si acaso, somos familia del Jefe del Estado, pero eso no nos convierte en parte de esa estructura política».
Regalos «con alma»
Siempre ha querido puntualizar la evidencia de ser el padre de Letizia, sin implicaciones en la institución monárquica más allá del lazo familiar. Como buen asturiano, uno de los menús favoritos de la familia Ortiz-Álvarez del Valle son fabes con almejas, tarta de manzana y sidra asturiana para el brindis. Jesús es un excelente cocinero que se maneja con destreza en los fogones porque mezcla la tradición con toques creativos. También es una familia muy dada a personalizar los regalos y «dotarlos de alma». De hecho, un par de días antes de la boda de su hija, organizó una cena en el Hotel Villamagna, a la que solo asistieron los novios y él con Ana Togores, con la que se había casado por lo civil dos meses antes. Al no acudir Ana al enlace, querían entregarles un cuaderno personalizado con textos, fotos y dibujos como regalo de bodas.
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