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“Mamá Pantalones”, la abuela de Garriga que no necesitó favores feministas

La noche del subidón electoral de Vox en Cataluña las redes se cebaron con la mujer que él considera ejemplo y guía

Ignacio Garriga junto a su abuela
Ignacio Garriga junto a su abuelaInstagram

Una parte de la historia de «Mamá Pantalones», el apodo con el que se conocía a Mercedes, la abuela materna de Ignacio Garriga, la ha dejado escrita él mismo en sus redes sociales en forma de admiración y respeto. «Gracias por tanto, Mama Trosis. Más de 100 años de vida, generosidad, entrega y ejemplo de vida», escribía en marzo de 2020 con motivo de su fallecimiento.

La otra parte de su biografía, digna de sacar a la luz, nos la descubren las reseñas biográficas a lo largo de estos últimos años. Son escasas, pero valiosas para retratar a una mujer que se abre paso sin miedo a pisar una raya trazada con tiza en una sociedad aún dominada por los preceptos masculinos. Nació en 1916 en Guinea Ecuatorial, colonia española hasta 1968. Da igual si vestía o no pantalones, el apodo Mama Trosis –una distorsión cariñosa del inglés «trousers»– es la mejor expresión que encontró el político para condensar la fuerza de una madre que subía cada mañana la persiana de su modesto negocio de ultramarinos para sacar adelante a sus siete hijos. Después de enviudar por segunda vez, decidió traerlos a España en busca de un futuro más próspero. Nunca alardeó de si su piel era más o menos negra. Su seguridad en sí misma estaba por encima de estos matices y en ella encontró libertad para moverse.

El candidato a la presidencia de la Generalitat por VOX, Ignacio Garriga
El candidato a la presidencia de la Generalitat por VOX, Ignacio GarrigaAndreu DalmauEFE

El resto podría ser el argumento de una serie de Netflix que terminaría con la embestida de las cinco activistas de Femen que irrumpieron en las elecciones catalanas, el 14 de febrero, vilipendiando con sus pechos al descubierto al candidato de Vox en Cataluña. La palabra feminismo entraría en Mercedes como un guante si ella hubiese aceptado ajustarse a ese estereotipo de doble victimismo, por negra y por mujer, tan interiorizado en algunas comunidades de afrodescendientes. Pero ella no llamó a ninguna de sus puertas y sus administradoras han dejado claro que le habrían dado portazo. Afroféminas, uno de esos grupos, se cuestiona su valía con párrafos como este en su web: «Garriga no es de origen migrante. Su madre vino a España mandada por su abuela a formarse y estudió en la Universidad de Navarra. Viene de esas familias que pertenecía al aparataje franquista, del colaboracionismo en Guinea Ecuatorial, de ideario conservador y ultracatólico». A continuación, la autora de estas palabras, Elvira Swartch Lorenzo, censura la militancia de su madre, Clotilde Vaz de Conciçao, en AP y acusa a la familia de representar «un españolismo casposo, un producto burgués que teme sobre todo al pobre, al desposeído». «Hay negros que creen que no son negros», protesta Marián Cortes Owusu, otra de las integrantes de este grupo. Consideran que Garriga es «la coartada estupenda de Vox» y usan la palabra tokenismo, que definen como «colocar en un sitio visible a una persona no blanca solo para evitar críticas». No caen en la cuenta de que el propio Garriga siempre ha dejado claro que no ve en la negrura de su familia una condición que les haga diferentes al resto de los seres humanos. Simplemente se define como un español que trabaja por la unidad y el futuro de su país.

Aunque le encabritan las etiquetas, sobre todo la de racista o misógino, está acostumbrado a dar explicaciones sobre su negritud y su defensa de la mujer, sobre todo si se trata de salir en auxilio de Mamá Trosis: «Mi abuela, cuando vino, lo hizo con papeles y picando a la puerta. Pidiendo por favor y sabiendo cuáles son las tradiciones de aquí, aceptándolas», responde cuando le critican sus políticas de inmigración. En 2018, se defendía así de un tuit ofensivo de Rufián cuestionando la salud democrática del país: «Mi abuela, nacida en Guinea Ecuatorial y residente en España desde hace más de 30 años, vive en su piso de Barcelona y goza de todos los derechos y libertades como tú: ¡Demagogo!».

Sin alegatos

Madre y abuela le criaron con delicadeza femenina, incluyendo en esa cualidad autoridad y empuje, pero sin necesidad de alegatos. Ambas le dieron una educación humanista cristiana basada en la familia y el amor a la patria. Le enseñaron a arrodillarse solo ante Dios. La Cloti –así era conocida su progenitora en San Cugat del Vallès– regentó una papelería próxima al colegio La Farga, donde estudió Garriga. Deportista y gran entusiasta, militó en AP, siguiendo siempre una máxima: sentados no se hace nada. Y es lo que inculcó a su hijo. Falleció en septiembre de 2020 a causa de la Covid.

Fueron sus grandes pilares. Pero aún le queda el de Violeta, la mujer de la que se enamoró en una noche de San Juan. Ella le ofreció un cigarro y él la sacó a bailar. Hoy son padres de tres niñas y un niño. Sin sus mujeres, dice, «nada habría sido posible». Por ellas quiere rescatar aquella Cataluña de la que disfrutó «Mama Pantalones».