Crónica

Pablo quiere que le tiren bragas y flores como a Tom Jones

Singer Tom Jones, during AOL's BUILD Speaker Series at AOL Studios
Singer Tom Jones, during AOL's BUILD Speaker Series at AOL StudiosAP PhotoAP

Comenzaba a cantar «Delilah» y las muchachas le arrojaban bragas al escenario. Ahora, 81 tacos cumplidos, Tom Jones declara que las bragas de antaño ahora son flores. El viejo galés ya no va de marcar paquete. Cuando vino a Madrid por primera vez, alguien de su equipo me contó que el «sex-bomb» reforzaba su poderío sexual con una toallita enrollada en el mismísimo. Más que paquete, paquetazo. Exceso, exhibicionismo y provocación clara del heteropatriarcado, diría hoy Irene Montero. Quizá solo fuera una leyenda adherida al mito. Pablo Iglesias, el macho alfa y beta de la izquierda radical, lleva toda la campaña marcando paquete, pero el suyo lo refuerza con odio morado, ese amor de los desesperados. Decía Zsa Zsa Gabor que nunca había aborrecido tanto a un hombre como para devolverle sus diamantes. Pablo quiere recuperar como sea sus votos diamantinos. Y su íntimo deseo, dicen, es que las mujeres le tiren bragas y los hombres, flores (no se sabe si más bragas que flores o si también le sirven los gayumbos) allá por donde va. Y para mayor mérito, interpretando cada día la misma canción. Si antes era «Yo soy rebelde porque Engels me hizo así», ahora es «Muera el amor», de Rocío Jurado: «Muera el amor/ que rompe, que rasga, que oprime, que aplasta…».

Parece que cantándole al odio no le van a llover bragas y flores como si cantara «Delilah». El Tigre Galés llegó a acostarse con más de 200 chicas cada año en sus giras por el mundo y no solo por el bulto en los pantalones ceñidos: también porque le cantaba al amor bravo. Pero Pablo solo atenderá a las enseñanzas de Tom cuando lo vea en una serie. «Luce hoy el sol en Lavapiés –dijo el otro día en un mitin–, pero nos odian». Eso, para empezar. Luego: «Nos odian, las derecha y la ultraderecha odian este barrio y por eso lo intentan machacar». Y más: «Estas fuerzas políticas odian a candidatos como Serigne Mbaye (el mantero), odian la sanidad pública, la educación pública, la vivienda pública, la justicia social…». O sea, nos odian todos menos Gabilondo. Y así, aún espera que las chicas le arrojen las bragas en el baño de un bar sin antes cantarles «Bésame mucho».