Buenos Aires
«De un hermano nunca puedes divorciarte»
El año no puede empezar con mejores propósitos. Las Azúcar Moreno vuelven a estar juntas y lo comunicaron el jueves vía dieta de la Alcachofa, que siempre es un buen recurso económico. Como fondo del relanzamiento público y fraternal de Encarni y Toñi Salazar estaba el ambiente setentero del restaurante José Luis de Serrano, barra emblemática en el Madrid del atardecer, por la que corrían aires de cierta melancolía, como los que ahora actualiza el singular dúo con desgarro flamenco y una óptima planta física, que los años no opacan. Encarni acaba de volver de Buenos Aires y se notaba en ese moreno que compartía con su hija Carolina, una guapa veinteañera que estudia Derecho. «Estábamos a 40 grados –¡quién los pillara!– pero allí mata la humedad», reconocieron a dúo mientras la cría minifaldera avanza: «Me gustaría pasar al menos un año en la tierra de mi padre», anticipó feliz por esta reunión tan entrañable. Deja atrás rencillas increíbles y descalificaciones entre las hermanas, en las que pudo haber celos artísticos. «Hemos perdido seis años en una guerra tonta, confiemos en que no sea tarde para retomar lo que dejamos en el mejor momento». Ellas probaron en solitario y fue un fracaso para ambas. El impacto está en un dúo que fue único y parece que irremplazable. «Toñi dio el paso, me pidió perdon, se excusó de cuanto había soltado por su boquita –en realidad bocaza– y tras superar mi cáncer, del que ya sólo queda el recuerdo, quise perdonarla. Ella también lo pasó muy mal. De un hermano nunca puedes divorciarte», concluye optimista, proyectando el relanzamiento «con el mismo aire, estilo y elegancia de siempre».
No es el mejor momento para hacerlo, la industria está en crisis, pero valoran su tradicional tirón. Resultó único y toda Hispanoamérica añora sus actuaciones, ya no digamos aquí. Siguen imponentes. «No queríamos dar nuestro brazo a torcer porque somos cabezonas. Yo también me equivoqué diciendo barbaridades de mi ex, al que también pedí perdón. Son consecuencia del caletón, de que se me llenaba la boca porque estaba enrabietada y eso ofusca los sentimientos. Nunca creí todo lo que llegué a decir de él», asegura Toñi. «Incluso llegó a insinuar que era homosexual», le recuerdo. «¡Pobre! Metí la pata, y la tengo muy larga. Me arrepiento y espero que no sea tarde para rectificar». Así que le pregunto si le quedan ganas de reanudar el amor perdido. «Eso ya es más complicado y problemático», asegura. César Ruiz la oía en su cálido establecimiento donde conserva intacto el gastronómico legado paterno. José Luis creó escuela continuada por su descendencia y César –el que hace tan solo un año se divertían en la nieve de Baqueira jugando con Mónica Pont –por cierto, ¡felicidades, guapa, por tu próximo cumpleaños!– ahora estudia ofertas de Japón y Dubai, que cada día están más interesados por nuestra cocina, donde los pinchos son baza fundamental. La tortilla jugosa de José Luis es tan clásica como la «betanceira» que «La Casilla» conserva en La Coruña. De chuparse los dedos, como enterarme de que la Pont volvió con Dimas Soler-Roig, pensando en su futuro y el de su hijo. Fue un espejismo de ruptura bien aprovechado para ocupar platós. Nunca creí en su separación, conociendo como se las gasta la guapa, ya sin mucha credibilidad. Lo de Toñi y Encarna tiene más convicción y futuro.
✕
Accede a tu cuenta para comentar