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Candela Peña, ¿hay por ahí algún papel para mí?
Sin entrar en otros rasgos que desconozco, Candela Peña parece mujer brava que no desaprovecha ocasión para largar su verdad y pedir trabajo. Le vale toda aparición pública y no da jabón ni en una entrega de premios a la hora de dar las gracias. Le han dado el Platino y lo ha recogido diciendo que de los premios no se come; alimentan los egos, sí, pero no ayudan a llenar la nevera. Sus tres Goyas no empujan el carrito del súper. Así que ella, la muy Candela, ha pedido curro sin que se le caigan anillos ni pendientes, o sea, ¿hay por ahí algún papel para mí? Cada vez que su teléfono deja de sonar, manda ese mensaje subliminal: menos brillibrilli, menos alfombras rojas, menos masajear vanidades y más curro, que hay que pegar el recibo de la luz. Yolanda Díaz quiere levantar una plataforma pasando otra vez al PSOE por la izquierda, esto es, un Podemos recauchutado, un manojo de entusiastas voluntades progresistas sin ideología precocinada o recalentada, ha dicho. O sea, sin pasar por MasterChef. Debería contar la vicepresidenta con el fuego de esta candela que nunca se extingue, muy necesaria para sumar a esa plataforma el mundo de los actores parados desde la Secretaría «Qué hay de lo mío», de urgente creación y que podría ocupar Candela. Tengo leído o escuchado que cuando murió su padre, la actriz le llenó el ataúd de birras, lo perfumó con Varón Dandy y se gastó una pasta gansa en maquillarlo para dejarlo como Brad Pitt. ¿Quién no quiere una hija así? Solo le faltó añadir unos porros. Así, en el caso de resucitar, al menos seríamos unos zombis colocados.
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