Opinión

La crónica de Amilibia: Lo siento, tampoco entiendo a Rosalía

Rosalía
RosalíaMARISCALAgencia EFE

Aunque intento entenderlo todo, desde las salmodias de Echenique y Rufián, hasta los salmos de monseñor Bolaños y el fluir de las concordias de Feijóo, pasando por las fábulas de Perico el Hermoso, creo que ya ando flojo de entendederas o me fallan los audífonos. El éxito universal de Rosalía, tan premiada y alabada, es indudable, pero yo no entiendo casi nada de lo que canta, le grito al televisor. En las redes la acusan de poseer una voz desagradable, pero sobre todo de no vocalizar, de ininteligible y de escribir letras imposibles. Canta en «Despechá»: “Yeah, yeah/ baby no me llame/ que yo estoy ocupá olvidando tus male/ Ya decidí que esta noche se sale/ con toa mis motomamis/ con toa mi gyale/ Y ando despechá, alocá/ Bajé un flow nuevo de caja/ baby jaqueá/ Mira qué fácil te lo voy a decir/ A, B, C, one two, three/ que esta motomami ya no es p’a ti/ La noche es larga, la noche está buena/ un mambo violento y fin del problema».

El corrector de mi ordenata enloquece. Es así: una cosa entre Manhattan, San Cugat del Vallés, el reguetón, la bachata, el flamenco, el merengue, el rap, el pop, el spanglish y la madre que me parió. Aclara Ubieta, de «La Vanguardia»: «Rosalía hace como los niños, que juega con el lenguaje sin preocuparse por el sentido». O sea, lo ideal para el éxito en una sociedad infantilizada que no escucha, gustosa del ruido. Qué lista: hace como los políticos, que nos ofrecen abundante griterío, mucho estruendo, y además, como nos ven muy niños, sus niños, luego nos regalan cuentos para que nos durmamos en paz.

Entiendo que Yolanda Díaz se sienta una motomami. Yo nunca seré un motopapi.