
Familia
De accesorios en un sótano a un emporio de moda: la dinastía Casademunt a la conquista de los 100 millones
De mercería a firma líder de moda, la marca Lola Casademunt es hoy un referente. Hablamos con Maite Gassó, la heredera tras fallecer la matriarca, que multiplica beneficios

En el mundo empresarial, los grandes imperios no siempre nacen en despachos de rascacielos ni se heredan entre copas de champán. A veces, surgen en los sótanos domésticos, entre hilos, botones y la necesidad de sobrevivir. Es el caso de la saga Casademunt, una familia catalana que ha transformado el dolor en creatividad y el oficio en una firma de moda que apunta alto. Muy alto. En 2024 cerraron el ejercicio con una facturación de más de 57 millones de euros. Su objetivo para 2028: alcanzar los 100 millones. Y no pararse ahí.
La historia arranca con una tragedia. Lola Casademunt enviuda con cincuenta años y cuatro hijos. Podría haberse refugiado en su duelo, como dictaba la tradición de su tiempo, pero decidió hacer justo lo contrario: se remangó. Convirtió el sótano de su casa en el epicentro de una pequeña revolución estética, vendiendo diademas y accesorios para el pelo. Tenía gusto, tenía carisma. Una vidente le auguró el éxito y bautizó su talento como «la Monet de los complementos». A su hija, Maite, le dijo: «No te separes de tu madre, tú también triunfarás». Visionaria, sin duda alguna.
Referente en el mundo de la moda
Con el tiempo, esa intuición se hizo realidad. Hoy, la firma Lola Casademunt cuenta con casi un centenar de puntos de venta y presencia consolidada en las grandes pasarelas. Pero el motor sigue siendo el mismo: una mezcla de trabajo tenaz, olfato comercial y una pasión casi genética por el buen gusto. «Quien no sueña, no llega», repite como un mantra Maite Gassó Casademunt, hoy presidenta y directora creativa de la firma Lola Casademunt. Su historia personal también está marcada por la pérdida: «Cuando mi padre enfermó yo tenía 11 años. Me sentía la única niña desgraciada de mi clase. Fueron tiempos muy difíciles». Pero como su madre, canalizó el dolor en impulso.

La moda no fue una herencia pactada, sino un descubrimiento. Maite entendió pronto que los accesorios no eran su destino final. Amaba el diseño, la forma, el tejido. Así comenzó la transición de la mercería a una firma de moda integral. Costó: «No me lo pusieron fácil, pero tenía claro que lo iba a conseguir». Hoy puede presumir de haber desfilado en Madrid, Barcelona y de estar entre las 100 mujeres empresarias reconocidas por «Forbes» España.
El legado de Lola, fallecida en diciembre de 2024 a los 93 años, es más que una empresa: es una cultura familiar. «Era una mujer educada para ser madre y esposa. Lo de trabajar estaba mal visto. Pero era brillante. Campeona de tenis en Cataluña, cocinaba como los ángeles… y cuando compraba algo, todas sus amigas querían lo mismo. Fue una influencer antes de que existiera Instagram», cuenta su hija con ternura. En la empresa, todos sabían quién mandaba. «Tenía carácter, pero con el tiempo aprendió a delegar. Aunque siempre estaba pendiente de todo».

Hoy, Maite comparte la aventura empresarial con su marido, Ferrán Espona, procedente de la familia fundadora de la firma Pastas Gallo. «Cuando vendieron la empresa familiar, nos preguntamos: ¿qué hacemos? Y los dos lo tuvimos claro: seguir con Lola Casademunt, pero haciéndola aún más grande».
Sextuplicando beneficios
Y vaya si lo han hecho. Tras sextuplicar ingresos en apenas cuatro años, la firma ha trazado un nuevo plan estratégico para el periodo 2026-2028. El objetivo declarado por su director general, Paco Sánchez, es alcanzar los 100 millones de euros de facturación. Para ello, están inmersos en un proceso profundo de revisión de su estructura interna, rebranding y optimización de procesos. «Miramos a los cien millones, pero ahí no nos paramos», afirma Sánchez. Este 2025 será un año de transición, dedicado a afinar la maquinaria que ha llevado a la marca hasta donde está. La clave del éxito, además de la herencia emocional y estética, ha sido la evolución constante. La marca ha sabido reinventarse sin perder su esencia. Y lo ha hecho sin abrir su capital a terceros, una rareza en tiempos de inversión acelerada. El tándem Maite-Ferran prefiere seguir creciendo en solitario. Saben que detrás de cada prenda, hay historia, hay familia. Y eso no se compra.
La tercera generación ya se está formando dentro de la empresa. Como hizo Lola, y como hizo Maite: desde abajo. Se empapan del día a día, del contacto con clientes, del ritmo real del negocio. «Mi madre celebró sus ochenta años regresando de un viaje de trabajo transoceánico. Siempre fue joven de espíritu. Nos enseñó a celebrar la vida y también a luchar. Yo intento hacer lo mismo, aunque haya tenido que perderme cosas de mis hijos». Mientras se reabren tiendas icónicas como la de la calle Goya en Madrid y se amplía el alcance internacional, el ADN Casademunt permanece intacto: soñar en grande, trabajar sin descanso y mantener el estilo incluso en las crisis. Desde un sótano hasta las pasarelas. De la viudez a la revista «Forbes». La saga continúa. Y como diría Lola, siempre con una sonrisa: «Quien no sueña, no llega». zanja.
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