Opinión
¿Pero quiénes son los amantes de Terelu?
La hija de María Teresa Campos ha sido una de las protagonistas de la semana
Terelula ha tenido con su ex, Pipi Estrada. Aquí tengo que parar un segundo, inciso, para lanzar una pregunta al aire que me inquieta: ¿A qué edad debería alguien dejar de responder al nombre de Pipi? Porque una cosa es seguir siendo Pipi en lugar de José Manuel a los ocho, otra a los 17 y otra muy diferente a los 66. Pero, oye, será cosa mía. A lo que íbamos, que Terelu la ha tenido con su es, Pipi, porque cree que ha sido él quien ha filtrado el nombre de su último acompañante. Uno que en las fotos tampoco es que tenga una actitud cariñosísima que denote una relación íntima, tampoco nos engañemos.
Pero el corazón es el corazón y salir de un restaurante juntos, ni siquiera de la mano, es, no ya indicio sino prueba, de relación asentada. Bueno, pues la revista «Semana» sacaba a la luz las fotos de una cena de Teresa Campos con un acompañante misterioso (y discretísimo, y alto cargo del Real Madrid) y ésta, que gracia le hacía ninguna, acusaba a su ex de haber desvelado su identidad y, ya de paso, de ser un miserable. Que a saber a qué vienen ahora los remilgos, digo, cuando el currículum sentimental de la Terelu, la guapa de las hijas de la Campos, ha sido siempre de dominio público.
Del cámara Miguel Ángel Polvorinos, con el que estuvo casada cuatro años, a José Valenciano; pasando por el padre de su hija, Alejandro Rubio, o Alonso Caparrós, al ínclito Pipi Estrada. Pero esta vez no le ha hecho gracia, por lo que sea, que salga a la luz pública el asomo de amago de indicio de que ahí hay una relación. Y la ha tomado con Pipi. Pero yo la entiendo: a veces te guardas ahí un algo y no hay manera, y se te va haciendo bola, y bola, a saber desde cuando, hasta que saltas por cualquier cosa. Que a mi amiga le ha pasado. Por eso yo estoy, en esto, del lado de Terelu. Que da igual que lo haya destapado Pipi por fastidiar que lo contrario, el caso es que nos sirve de excusa para sacar todo lo acumulado y hacer eso tan terapéutico de desahogarse. Así que no nos pongamos rigurosos tampoco. Qué más dará, a estas alturas, esto de la veracidad.
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