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Jaime de Marichalar se reinventa
El ex marido de la infanta Elena ha dejado de huir de las cámaras, como hacía tiempo atrás, y regresa a primera línea laboral y pública.
El ex marido de la infanta Elena ha dejado de huir de las cámaras, como hacía tiempo atrás, y regresa a primera línea laboral y pública.
Han pasado diez años del divorcio entre la Infanta Elena y Jaime de Marichalar. A pesar del tiempo transcurrido sigue siendo un referente al hablar de ambos. Ninguno de los dos ha vuelto (oficialmente) a enamorarse y continúan sin pareja. La vida de la Duquesa de Lugo es conocida: mantiene su trabajo en Mapfre, no ha cambiado de amistades y es la acompañante fiel de Don Juan Carlos en sus giras gastronómicas por España. En cambio, del ex Duque poco se ha sabido en estos últimos años. Decidió mantener un perfil público muy bajo y, salvo excepciones, no solía aceptar invitaciones que le convirtieran en carne de photocall. Incluso en la entrega de los Premios de Poesía patrocinados por Loewe, no se fotografiaba ni con la familia ni con los galardonados a pesar de ser consejero de la firma. Y, hasta hace poco, cuando viajaba a París durante los desfiles de alta costura se escondía si había prensa española. Si le pillaban, pedía por favor que no se publicara su imagen: «Vengo a trabajar», decía. Y, efectivamente, así era al ser una de las personas de confianza de Bernard Arnault, el propietario de las marcas de lujo que engloban LVMH.
La razón de esta invisibilidad tenía que ver con las críticas recibidas durante años, muchas veces injustas. A raíz de su separación la maquinaria Real dejó de arroparle y con él parecía que valía todo. Los que se decían amigos dejaron de serlo porque ya no había que adorar el santo por la peana. Los consejos de administración se evaporaron.
Decidió desaparecer del mapa público y centrarse en su familia y en cuidar a sus hijos cuando le dejaba su ex mujer. Nunca se quejó (y lo podía haber hecho) cuando la Infanta Elena incumplía el régimen de visitas, pero también sabía que, al haber sido el verso suelto de la Zarzuela, tampoco tenía mucho margen de maniobra.
Así ha sido hasta este año en el que se ha reinventado. Al morir su sastre decidió montar su propia empresa de trajes a medida con dos socios más. Sorprendió su primera aparición consentida posando en un medio y concediendo una entrevista en la que explicaba su manera de ver la moda. Hace unas semanas tampoco puso pegas para dejarse fotografiar junto a su amiga Marisa de Borbón en la Maison de l'Unesco de París en los desfiles otoño-invierno.
La otra cara de la moneda
Esta decisión de salir de nuevo a la arena mediática tenía que ver con la mayoría de edad de sus hijos, que ya no lo necesitan tanto y por lo tanto tiene más libertad de movimiento. Y quizá también, como aseguran los que lo han tratado, «se ha liberado de la presión no escrita de su familia política».
No hay que olvidar que Marichalar pasó de ser el yerno extravagante que introdujo los pantalones de paramecios, las pashminas excesivas y la quincallería que lucía en sus muñecas a ser la otra cara de la moneda al aparecer el Caso Nóos. Don Juan Carlos siempre prefirió al deportista Urdangarin que a Marichalar y no soportaba que a su hija la llamara «madame» en las reuniones domésticas. Con todo lo que sucedió después demostró ser un hombre noble que no permite comentarios malvados en su presencia sobre la actual situación del ex cuñado imputado.
Lo que se desconocía era el poco entendimiento que había con la Reina Sofía y que dejó al descubierto el libro «Sofía. Nuestra Reina» (Aguilar), de la periodista Carmen Enriquez. En uno de los capítulos explicaba esa mala relación: «Doña Sofía no estuvo nunca muy convencida de que Jaime de Marichalar se casara con su hija por amor, sino que siempre creyó que le movieron otros intereses. A lo que hay que añadir que no le gustaba el trato que él le daba a su hija durante el tiempo que estuvieron unidos en matrimonio». En la actualidad, la relación de Marichalar con los miembros de la familia Real es inexistente. Por otro lado, con la Infanta Elena tampoco es fluida. Una vez que los hijos ya son mayores de edad tratan exclusivamente cuestiones económicas relacionadas con los estudios.
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