Noruega
El «síndrome Crawford»
Cuando en 1930 el futuro Jorge VI y la entonces duquesa de York buscaron una institutriz para educar a las princesas Isabel y Margarita, pensaron que la escocesa Marion Crawford reunía las mejores características. Se equivocaron en parte. Años después, la dulce Crawfie acabaría escribiendo libros sobre la infancia y educación de Isabel II y su problemática hermana menor. La reina madre no volvió a dirigirle la palabra. En Buckingham aprendieron la lección. El «síndrome Crawford» estuvo muy presente en Kensington cuando Carlos y Diana escogieron a profesionales como Bárbara Barnes y Olga Powell, que cuidaron de sus hijos con una eficacia y discreción admirables. Incluso con la excesivamente mediática Tiggy Legge-Bourke, primero asistente de Carlos y, tras el divorcio de los príncipes de Gales, institutriz de Guillermo y Enrique. La joven ocupó hasta 1998 un lugar... que volverá a ser necesario en pocos meses. Esta vez para la primogénita de los duques de Cambridge.
Desde el mismo momento de su nacimiento, la bisnieta de Isabel II ocupará el tercer lugar en el orden de sucesión al trono. Aunque tenga un hermano varón, gracias a la flexibilidad del sistema constitucional británico y a la cercana culminación de un acuerdo entre los dieciséis países –de los 54 que componen la Commonwealth– que reconocen al soberano del Reino Unido como su jefe de Estado, la princesa será coronada algún día. Y reinará en la era de Isabel de los Belgas, Amalia de los Países Bajos, Ingrid de Noruega, Estela de los Suecos... y ¿Leonor de España? Porque, tras la reforma que va a culminar Gran Bretaña, nuestro país será el único reino europeo cuya Constitución contemple, cuando haya varios hermanos, preferencia de varón en la sucesión al trono.
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