Comunidad de Madrid
Invitados a la fuga
Más de cien allegados a la pareja rechazaron su asistencia a la boda después de que Blesa ingresara por primera vez en prisión. Algunos de ellos relatan a LA RAZÓN los planes de futuro de los novios
Quince días antes, uno de los elegidos había recibido la invitación. «¡Pero bueno, Miguel, no me habías dicho que te casabas!», le espetó a un Miguel Blesa divertido por la expectación. Días amables en los que la máxima preocupación de su novia, Gema Gámez, era si llovería en su idílica boda. Y aquel 17 de mayo, después de unas agónicas 18 horas entre rejas, su prometido se reunió con ella. Y no para decidir si la tarta de obleas sería de crema de queso o de fresa, sino para llegar a un acuerdo mutuo. Haber ingresado en prisión por una posible venta irregular del City National Bank de Florida ya crea suficientes «corrillos» como para provocar más: se suspendía la boda.
Porque hoy era el día en que el ex presidente de Caja Madrid, ahora de nuevo en la cárcel, iba a contraer matrimonio por lo civil y en segundas nupcias. El lugar: «Las Jarillas», finca construida como residencia de recreo y caza, ambiente perfecto para este montero tardío. Una celebración que, según cuenta uno de los invitados, no tenía pretensiones de focos. «Una boda normal, entre dos personas que ya no tienen 20 años y que quieren compartir una día especial con sus más allegados». Calcula que habría entre 250 y 300 invitados, de los que, según fuentes políticas, 100 habrían rechazado su asistencia tras conocerse el primer ingreso de Blesa en la cárcel. «Está cancelada sine die, hasta que se normalicen las cosas. Igual ni se casan porque prefieren quedarse como están después de lo que ha sucedido. Eso sí, en caso de que lo hagan será en círculo cerrado, muy discreto», explica un íntimo de Blesa.
La relación entre el alto ejecutivo y Gámez no se conocía hasta hace apenas un lustro. La dicreción fue la máxima de su relación al principio, empezando por que trabajaban juntos. Ella era una empleada más en la sede de Caja Madrid, en la plaza de Celenque. Época de aperitivos en la taberna Los Cuatro Robles, siempre en grupo numeroso. Y de encuentros casuales con amigos en aeropuertos volviendo de un safari de Suráfrica, en los que ella se quedaba atrás. «La vimos de lejos, pero no la presentó», cuenta la mujer de un ejecutivo. De hecho, los máximos calificativos que se pueden obtener de Gámez son «muy mona, discreta, trabajadora y muy educada». A pesar de cuidar las distancias con Blesa en el trabajo, cuando él abandonó Caja Madrid en 2009 comenzó a tener problemas en la entidad bancaria y montó la empresa de moda Octubre en Florida, en el centro de Madrid.
Una persona cercana al ex presidente en su etapa de Caja Madrid, explica que «tiene la convicción absoluta de que no ha hecho nada». Y asegura que se siente víctima de una persecución no política, sino de aprovechamiento del odio hacia los banqueros por parte de entidades que representan los intereses de clientes minoritarios. Los amigos jienenses, los de toda la vida, que lo conocieron cuando era el hijo del «respetado abogado de Linares», van más allá. «Me ha sorprendido mucho la noticia. Era muy buen estudiante, muy buen compañero». Son los que destacan sus cualidades como persona, siempre acompañado por su novia, María José Portela. «No era nada mujeriego». Muy amigo de José María Aznar –fueron compañeros de oposición a inspector de Hacienda–, esa amistad fue compartida por María José y la alcaldesa de Madrid, Ana Botella. Era la época de veranos en Marbella con los niños, de cenas en casa Blesa con el ex presidente del Gobierno y demás personalidades de la esfera política, entre ellas Esperanza Aguirre, cuando no era presidenta de la Comunidad de Madrid. Relación que se enfrió a causa del divorcio, ya que la mujer de Aznar no encajó muy bien que Blesa quisiera separarse de su amiga. Un divorcio que, según cuentan, fue amistoso, pero que acabó teniendo problemas con la disolución de los bienes ya que se casaron en régimen de gananciales.
A pesar de que sus amigos de infancia lo tienen en gran consideración, a alguno se le escapa un «el cargo se le ha subido un poco a la cabeza, se volvió un poco soberbio». Gran aficionado a la caza, comenzó a ser un invitado muy agradecido en las monterías. Una de las asistentes a dichas citas campestres lo describe como un señor «encantador y muy presumido». Y es aquí cuando la actitud del entonces presidente de Caja Madrid parece que comenzó a cambiar. «Vamos, que se notaba que le gustan las mujeres, quería impresionar». Copa de balón en mano, pantalón de Armani y «repeinado hacia atrás», demostraba sus dotes de gran conversador, al que le gustaba tener público en su anecdotario. «Es un relaciones públicas nato, que supo rodearse de un gran equipo y sabía delegar en las personas que trabajaban para él. Pero puede ser que acabara creyéndose por encima de la Ley».
Hoy el día se le presenta al hijo del «respetado abogado de Linares» en un escenario muy distinto a como planificó: en la prisión madrileña de Soto del Real, a la espera de que se decida sobre el recurso interpuesto por la Fiscalía que podría ponerlo en libertad. Muy lejos de la idílica finca «Las Jarillas», donde estaría firmando una nueva vida junto a Gema Gámez.
«Fue víctima de una regulación de empleo»
La prometida de Miguel Blesa siempre se ha mantenido en un discreto segundo plano. Una ex compañera de Caja Madrid resume lo que sus conocidos comentan de ella: «Es una mujer seria, sencilla, discreta y muy elegante». La relación no se hizo oficial hasta que Blesa abandonó la entidad bancaria en 2009, momento en el que según fuentes cercanas a Gámez tuvo problemas en el trabajo. «Fue víctima de una regulación de empleo». Creó en 2011 la empresa de moda Octubre en Florida, y no era muy conocida en el Barrio Salamanca donde tenía el comercio, concretamente en la calle Goya. Por otro lado, nadie quiere hablar de ella. Esta discreción la mantuvo hasta cuando trabajaba en Caja Madrid, en la plaza de Celenque. Al restaurante Arenal acudían muchos trabajadores a comer, entre ellos el ex presidente de Caja Madrid, por cuestión de cercanía. «A Gema Gámez no la conocemos», señalan desde el establecimiento.
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