La Razón del Sábado
«Mati» forzó a «Mou» para poner rumbo a Londres
Matilde o «Mati», como la conocen cariñosamente, está harta de Madrid. Su vida se reduce a ir de su domicilio al colegio de su hijo José Mario (de 13 años) y de ahí volver al anodino hogar. Apenas tres kilómetros de distancia. Y no es porque sus labores como ama de casa la obliguen a ello, sino porque no soporta el acoso al que le ha sometido la Prensa desde que llegó a España. Fuentes cercanas a la pareja apuntan a que ésta es la razón de mayor peso por la que Mourinho ha decidido poner rumbo a Londres, donde ahora estudia su hija Matilde, de 15 años. Demasiada presión para una mujer discreta a la que le gusta pasar desapercibida. «Nunca ha venido a los entrenamientos de su hijo. El que viene cada martes y jueves es Mourinho. Si existe no la hemos visto», dicen de ella los padres que comparten equipo con el pequeño, portero del CD Canillas Alevín. La presión no sólo venía de los periodistas, sino también de la afición. Mientras que en Inglaterra aplauden a Mourinho por la calle –ayer admitió a LA RAZÓN el propio «Mou» que «se va a donde realmente le quieren»–, aquí han llegado a insultar a su hijo por la calle. Un clima que hace apetecible incluso al mal tiempo de la capital inglesa. De hecho, cuando Matilde quería ir de compras evitaba la Milla de Oro de Madrid o centros comerciales de alto «standing» situados cerca de su domicilio, en la urbanización de La Finca. Dos veces al mes, madre e hija ponían rumbo a Londres y disfrutaban de un día de compras por las boutiques más exclusivas sin el acoso de la Prensa española. Mourinho reconocía en una entrevista el daño que su papel de míster de algunos de los clubes más importantes del mundo ha hecho a su familia: «A mi mujer no le gusta el fútbol. Sé que la situación no le gusta y es crítica. Ella no está enamorada de "The special one", ni yo tampoco. Además, no le gusta la vida que llevan sus hijos ni la suya propia, por lo que yo represento socialmente».
La familia al completo ya prepara las maletas y, según parece, no hay sabor agridulce en sus bocas.
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