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Pablo Abraira: «Como ligón me pasé, perdí los papeles»

El éxito me cogió por sorpresa y me vi desbordado»
El éxito me cogió por sorpresa y me vi desbordado»larazon

Probablemente es la persona a la que más veces han preguntado si prefiere ser gavilán o paloma, no porque Pablo esté dominado por el ansia de volar, sino por su célebre canción. Él, muy mirado con sus palabras, asomándole siempre la prudencia en cada respuesta, me dice con tono de hombre sabio, leído y viajado que a veces conviene ser gavilán y otras veces, paloma. Y añade: «Nadie puede ser permanentemente gavilán o paloma».

–Dice la Wikipedia de usted: «Máximo exponente de la canción melódica de los años 70». Así se resume toda una vida, ¿eh?

–Creo que mi vida merece alguna línea más, parece como si sólo fuera el intérprete de «Gavilán o paloma». Un resumen así no es reconfortante.

–En realidad, su primer gran éxito fue en el 76, con «O tú o nada».

–Fue el principio de mi carrera. Tuvo una gran proyección, pero es que entonces salías tres veces en TVE y ya te conocían en toda España y hasta en Chile. Era la única tele.

–Y en el 77 llega el éxito de los éxitos, «Gavilán o paloma».

–Estuvo seis meses en el número uno, creo. Para que una canción guste tanto tienen que coincidir una serie de elementos circunstanciales, inexplicables, ajenos a la canción. De cualquier forma, hoy en la canción se pretende divertir y antes se buscaba más la emoción.

El éxito a veces produce vértigo, me dice. «Produce cierta esquizofrenia: se empieza a hablar en tercera persona y el personaje se come al ser humano; a mí no me ocurrió del todo, pero es verdad que el éxito me cogió por sorpresa y me vi desbordado; además, era joven». Se refiere Pablo a que, de repente, se vio inmerso en una actividad social enfebrecida: entregas de premios, presentaciones... La gran fama.

–Y ligaba mucho más, claro.

–Como ligón, perdí los papeles. Me pasé. Ya le pedí disculpas a mi mujer.

–¿Qué le ayudó a salir del desbordamiento?

–Fui padre a los 18 años: un hijo ayuda a no perderse del todo. Luego, la voz guardada en la memoria de mis padres y mis maestros. Me salvó la educación recibida, los valores, ésos que tanto se echan de menos ahora.

–Los paparazzi irrumpieron en el colegio de sus hijos. No sé si se sintió acosado...

–No, fue un hecho aislado, pero me llevé un gran susto. Los chicos también. Les aterrorizaron las cámaras a partir de entonces. Nunca vendí exclusivas, sólo he cobrado por mi trabajo. Si hubiera vendido mi vida íntima habría sido incoherente, una falta de respeto a mí mismo.

Tiene dos hijos: Marcos y Rebeca. Y a los dos les gustan las canciones de su padre. Hizo musicales –«Lovy», «Evita», «Jesucristo Superstar», «La magia de Broadway»– y recibió un premio como actor revelación. Y después se fue un rato, «me hice a un lado», dice. Cerró su casa de discos y se abrió para Pablo un paréntesis artístico de tres años, «y en tres años se olvida a cualquiera; este país es muy frágil de memoria». Nuestra característica, dice, es la picaresca: «Somos más hijos del Lazarillo de Tormes que del Quijote».

–En los 90, su regreso fue un fiasco, sufrió el desdén de las discográficas.

–Sí, decían que tenían dificultades para contratarme. Pasaba, además, que otros cantantes no querían que yo entrara en sus casas de discos. Sentí impotencia, decepción. No todos son grandes compañeros.

–Se fue a México, grabó allí y se convirtió en un ídolo local.

–Me fue muy bien allá, sí. En México tuve todo el éxito que no conseguí aquí.

Ha aprendido más de las malas rachas que de las buenas. Leyó a Hermann Hesse y cambió su vida: «Siddhartha» le llevó a la India, «y allí descubrí la simplicidad y la aceptación de la vida tal como viene; pese a la miseria vi a más gente feliz que en ningún sitio; aprendí que era más importante aceptar que competir». Volvió de México por la familia, que estaba en España. Y ahora, pasados los años, se ha planteado varias veces si no sería mejor volver a marcharse, «pero no lo veo claro y soy bastante indeciso, lento». De su pasado se queda con todo, «porque todo él ha configurado mi vida».

–Hábleme de su presente.

–Hay una gira, «Volvería a volver», que haremos por España y América. «Volvería a volver» quiere decir que, si volviera a vivir el pasado, haría lo mismo. También hago conciertos en salas alternativas sin enchufar nada, o sea, con guitarras, piano, contrabajos...

El futuro lo ve bien, aunque no podría retirarse y vivir sin trabajar, «ni de coña». Cuando llegue la muerte, «que me pille con un proyecto». Envejece sin achaques, «no soy consciente de la edad que tengo, sólo noto que me falta pelo». Bebe vino y sigue fumando, «sí, lo dejo todos los días desde hace un montón de años». Es el único vicio de un hombre moderado y tranquilo que sigue leyendo a Hesse.