Jerez de la Frontera
Un centro estricto y una alumna aplicada
Varias chicas embarazadas han seguido estudiando en el colegio
Uno de los momentos más cruciales en la vida de una madre es saber cuándo ha de dejar volar a su hijo fuera del nido. Aunque la legalidad establezca que son los 18 años, siempre es demasiado pronto para que éste sepa lo que realmente le conviene en la vida. Y ayer era ese día para Chabelita. Encerradas en la finca Cantora, Isabel Pantoja y su hija vivían las primeras horas de la mayoría de edad de ésta, pero hacía mucho tiempo que la joven se comportaba como una mujer. Y eso fue precisamente lo que intentó controlar la cantante cuando internó a su hija en el colegio del Perpetuo Socorro de Jerez de la Frontera, perteneciente a la congregación de las Hijas de Santa María del Corazón de Jesús. La tonadillera creyó que bajo la llave de las religiosas, su hija estaría bien vigilada y alejada de malas influencias. Allí conoció a Alberto, el padre de su futuro hijo, demostrando a la madre que por muy alto que ponga el nido, el momento siempre acaba por llegar. A Chabelita la llevaron al «cuartito», como hacen con cada alumno antes de su ingreso en el centro. Allí unas monjas le detallaron cuáles eran las normas académicas y de comportamiento en el colegio y le advirtieron de que en caso de inclumplirlas sería expulsada. Poco hacía presagiar a la muchacha que, al firmar un papel que la comprometía a vivir bajo unas estrictas normas, comenzaría una etapa completamente distinta de su vida.
Prohibido abrazarse
Empezó el curso como una más, aunque no tardó en saberse quién era su madre. «La gente se le acercaba por ser quien era, pero unas semanas después ya tenía su grupo y era con el que se relacionaba», recuerda una compañera. Entre ellos estaba Alberto. Lo que en un principio era amistad, se convirtió en atracción y amor adolescente. «La verdad es que se les veía muy bien juntos», dice otra de las alumnas. Eso sí, siempre bajo la mirada de las hermanas que, en cuanto veían cualquier tipo de acercamiento, les obligaban a guardar las distancias con el socorrido: «¡Qué corra el aire!».
Poco a poco la relación se fue afianzando a pesar de los movimientos limitados de la muchacha, ya que estaba matriculada en régimen de internado –se rumorea que Isabel tomó esta decisión para alejarla de un joven sevillano del que se había enamorado–. Eran pocas las niñas en esta situación, todas bajo la supervisión de las monjas, tanto en horarios como en estudios. Cada momento juntos y sin las miradas ajenas era oro. Ya son dos los veranos que Chabelita ha pasado en Sanlúcar de Barrameda con su novio y la familia de éste. A su vez, Alberto conoció la pasada Semana Santa a los más cercanos a su novia, incluido su hermano Kiko y Jessica Bueno, por entonces su pareja.
Se la recuerda como una chica bastante aplicada en los estudios, sin problemas para pasar de curso. Este año le correspondía estudiar segundo de Bachillerato, pero la familia ha decidido sacarla del centro. A pesar de que las normas son estrictas en cuanto a indumentaria y modales –no se permite que las alumnas se maquillen o lleven el pelo suelto y que los alumnos acudan sin afeitarse–, han sido varias las chicas embarazadas que han podido continuar con sus estudios a pesar de no estar casadas. No fue por tanto una decisión del colegio.
En el centro del huracán
Se acabó el anonimato para Alberto Isla. Ayer, los vecinos de Sanlúcar de Barrameda vieron su imagen en los programas de televisión matutinos y en seguida le reconocieron. Le describen como un chico callado y correcto, deportista, amante de los caballos, del toreo y muy andaluz. Vive con su madre María y su hermano pequeño, Lalo, en una zona residencial construida hace unos escasos años y muy tranquila. No se le conoce ocupación durante los últimos meses, después de haber terminado en el colegio donde conoció a Chabelita.
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