Pérdida de peso
Pedro Sánchez y Marlaska, ayuno intermitente y adictos al deporte: competición en Moncloa
No es una crisis emocional o personal lo que les hace perder peso, sino su necesidad de lucir como dos pinceles
Siete años, un mes y diez días como presidente del Gobierno es tiempo suficiente para sospechar que lo único que puede enfurecer a Pedro Sánchez a estas alturas es la cruel sinceridad de los espejos. No obstante, siempre ha sido hábil para ser percibido como alguien carismático y con encanto, por lo que, al enfrentarse a su rostro abatido y el cuerpo consumido, pensará que solo está mal dibujado. No hay queja estética. Ni por su parte ni por la del ministro Fernando Grande-Marlaska.
Ambos están flacos, flacos. Pero mientras el país apunta hacia una profunda crisis emocional y personal derivada de los escándalos en el PSOE, a LA RAZÓN nos llega la información de que Sánchez y Marlaska andan enzarzados en una suerte de competición a ver quién se espiga más. Se han abonado al fenómeno del Ozempic, no pinchándose (o no hay testimonio), pero sí desprendiéndose de hasta el mínimo átomo de grasa para lucir como dos pinceles.
Para Sánchez, el deporte es parte de su rutina y a veces la lleva a la obsesión: running, baloncesto y ciclismo de montaña. Además, practica ayuno intermitente, que consiste en alternar periodos de abstinencia con otros de ingesta de alimento. No dándose un atracón después, sino rompiendo el ayuno con abundante proteína y grasas saludables.
Un reciente estudio sobre los beneficios de esta práctica liderado por el CIBER indica que es eficaz para regular la glucemia, reducir la grasa subcutánea abdominal y perder peso. El trabajo, publicado en «Nature Medicine», revela que realizar la última ingesta de comida antes de las 17 horas y después no cenar por la noche es una estrategia segura. ¿Los ciudadanos tienen entonces que pensar que por eso Sánchez dio por terminada su comparecencia el 16 de junio con la frase «Son las cinco y no he comido»?
Cuanto más flaquean sus cuerpos, más inflan su ego. Es parte del desafío. En 2015, sentado en el chester de Cuatro, Marlaska le confesó a la periodista Pepa Bueno que nadaba 1.500 metros casi a diario y practicaba electroestimulación una vez por semana. «¿En muy poco tiempo haces muchísimo desgaste?», le preguntó. Él asintió orgulloso admitiendo el aumento de fuerza en la pierna.
Seis años después, en 2021, el PP le llamó la atención por estar «más preocupado de su bienestar que de la preparación física» de los guardias civiles, aludiendo al recorte en el gasto de compra de material deportivo para el Cuerpo mientras él se hacía con una nueva cinta de correr para su residencia oficial, que costó 2.770,90 euros, más la instalación.
Continúan con sus bravatas y, si Sánchez parece que camina ahora algo más encorvado, será efecto óptico por la sisa de la chaqueta, que se le habrá quedado grande. También es ilusorio pensar que el estrés hace estragos en sus células. Si algo inquieta es la distancia que toma con la realidad a la que aparta de un sopapo descubriendo las venas hinchadas, un detalle que ha llamado la atención. Esta desconexión emocional es lo primero que advierte Julián Gabarre, doctor en Psicología Facial.
Con varias imágenes de Sánchez sobre la mesa, este experto, autor de «Psicología facial» y el primero que demostró científicamente que el rostro y el cerebro son dos caras de una misma realidad, analiza para LA RAZÓN la transformación del presidente en estos años de gobierno. Hay peculiaridades en sus facciones que delatan esa frialdad.
«Llegó a la Moncloa con un rostro más ancho, sobre todo en la parte mandibular, y más jovial, con unos pómulos que no eran altos», avanza. En esa primera imagen de un presidente que estrenaba el cargo con 45 años, Gabarre ya aprecia algo que preocupa: «Sus sentimientos no eran idealistas para hacer un mundo mejor, sino para satisfacer sus intereses materiales. Su boca grande, como seguimos viendo en las imágenes posteriores, nos habla de un descontrol en el gasto».
El experto se fija también en lo que llama «gollete de estrangulamiento» que hay en el inicio de la nariz a la altura de los ojos. «Nos sugiere que el pensamiento o inteligencia no se alimenta de los sentimientos. Esto significa que intelectualiza las soluciones en las demandas emocionales de los demás y no sabe resolverlas. En él solo hay intereses». En una fotografía más reciente, ve una cara erosionada por el tiempo. «Los ojos, mesotónicos, nos informan de una moralidad algo laxa. Su estructura podría ser de santo o de forajido, pero su esposa, Begoña Gómez, ha propiciado esto último».
¿Podríamos deducir sociopatía en el frenesí con el que el presidente y el ministro se ocupan de su grasa en medio de la crisis? No. Los sociópatas tienden a ser impulsivos. Ellos tienen todo planificado y bajo control. Saben incluso cómo presentarse para salir favorecidos, aunque en pantalla no llenen ya ni siquiera el encuadre.
Su honrilla hace aguas por otro lado
El presidente, que ha descartado esta semana la idea de adelanto electoral, dice que está dispuesto a mantenerse en el poder al menos hasta 2027. A pesar de la inexpresividad facial a la que nos tiene acostumbrados y la rigidez de sus facciones, su fragilidad está tomando su propio camino. Su cabello ha aparecido repentinamente grisáceo y tiene el semblante apagado y la mirada vencida. También sus arrugas son cada vez más profundas. Incluso esa mandíbula que antes expresaba dominancia ahora la tensa hasta casi romperse… Su honrilla hace aguas dejando a la vista lo que su cabeza calla.