Hollywood

Hipnotizados por Danny Boyle

Rosario Dawson se convierte en «Trance» en musa al natural de Boyle, una antiheroína con peso en la historia
Rosario Dawson se convierte en «Trance» en musa al natural de Boyle, una antiheroína con peso en la historialarazon

Puede que ustedes sean escépticos sobre el poder de la hipnosis. Sin embargo, a lo mejor, ahora mismo no están leyendo este artículo. Puede que, en realidad, estén tumbados en el diván de una bella hipnoterapeuta con el rostro de Rosario Dawson. Que, no nos engañemos, no es lo peor que le puede suceder a uno. Aunque la cosa cambia si ese uno es el empleado de una casa de subastas de Londres, como Simon –o sea, James McAvoy–, si ha perdido un cuadro de Goya que vale 20 millones de libras y si tiene a una banda de matones, capitaneados por ese tipo de rostro imposible llamado Vincent Cassel, arrancándole las uñas para que recuerde qué hizo con el lienzo. ¿Que cómo se pierde un Goya? En un atraco de película, claro: golpe en la cabeza, huida confusa y amnesia oportuna. Pero nada en «Trance» se reduce a la primera impresión. La nueva película de Danny Boyle –autor de títulos como «Trainspoting» y «127 horas»– es un laberinto de sugestiones artificiales y recuerdos reales, un juego de muñecas rusas en el que, inexplicablemente, la más pequeña a veces contiene a la mayor, y un juego de máscaras en el que nadie es quien dice ser.

Hechos de recuerdos

Boyle, que pasó esta semana por Madrid, explica su elección estilística: «Eso fue lo delicioso de hacerla. Cuando salga el DVD, incluirá una copia montada en orden cronológico y será muy simple. Algo que me gusta del cine es que es una de las cosas más sencillas que puedes hacer. Te permite jugar con esos elementos: encierras al público durante 90 minutos en una sala sin visión periférica y debe asumir lo que le muestras. Todos aceptamos que lo que vemos es cierto si está bien contado y hay buenos actores. Es genial poder jugar con eso». Aunque su discurso va más allá de lo formal para ahondar en el tema de fondo de «Trance»: «Todos estamos construidos sobre recuerdos. A lo largo de la vida vamos tejiendo un hilo muy fino con nuestra memoria, que define quiénes somos. Cuando te haces mayor, vas perdiendo algunos. Llevado al extremo, se llega a esa manifestación terrible, el alzhéimer: esa persona ya no es ella, porque, al perder la memoria, pierde la identidad». Por eso, insiste, «no es una película sobre cuadros robados, sino sobre recuerdos robados». Eso sí, «todo hecho con ánimo de jugar, de entretener».

Sexo, violencia y recuerdos tormentosos componen un entramado que construye con sesiones de hipnosis algo similar a lo que Christopher Nolan exploró con sueños concatenados en «Origen» («Inception», 2010). También aquí hay una hipnosis dentro de una realidad imaginada mediante otra sesión previa, y también este filme se sirve de esa terrible idea que es «colocar» la semilla de un falso recuerdo o de una actitud en la mente de alguien. Todo con vaivenes de atrás a adelante, idas y vueltas del presente al pasado sin que el espectador sepa nunca a ciencia cierta qué es real y qué es inducido, como si a Boyle le gustara llevar sus planteamientos al límite. «No es que tenga que ser así. Pero eso es lo que trato de lograr con todas mis películas», reconoce el director. «La primera parte de "Slumdog Millionaire"era profundamente inquietante, ocurrían algunas cosas terribles, porque eso es lo que pasa en la India, y yo me limité a representarlo. Hago películas que fuerzan los límites y estoy orgulloso de ello. Ése es el reto, y mi instinto siempre ha sido así. Hay gente que no quiere hacer eso, que prefiere elaborar material digestible, accesible, puro entretenimiento, y está bien, eso tiene que existir. Pero yo no quiero hacerlo. Cada filme es para mí un viaje hacia la luz. Y quiero que ese trayecto sea lo más peligroso posible». Además, asegura el cineasta británico: «Parafraseando a Philip Roth, como novelista, te sientes inútil, porque no sabes qué noticia van a traer los medios al día siguiente. No importa lo que inventes en tu historia ficticia: cuando leas el periódico al día siguiente te quedarás boquiabierto. Ése es el territorio en el que nos movemos».

En «Trance» veremos a Rosario Dawson, que era la pareja del director durante el rodaje –rompieron hace poco–, como genuina Venus paleolítica, en un explícito desnudo frontal. Exigencias, esta vez sí, de un guión en el que el protagonista está obsesionado con las vaginas rasuradas. «Me crié con el cine de los 70, cuando la sexualidad, la violencia y la parte más oscura del mundo eran el alma de las películas –explica Boyle, tras una carcajada, cuando se le pregunta si la fijación de Simon es también suya–. He sido testigo de cómo eso se ha ido diluyendo paulatinamente en el cine. Es muy extraño: hay quien dice que se debe a que ahora el porno es muy accesible. Hollywood ha tratado de separarse de eso: la violencia hoy es como de dibujos animados; hay escenas de acción pero sin una implicación real. Yo uso violencia de verdad en mis películas, intentamos que se sienta, que tenga un precio. Es importante proteger esas historias más oscuras, porque de lo contrario acabas haciendo un cine familiar, que está genial, Disney, Pixar, etc., y la 15, la 16 o la 17 entrega de "A todo gas". Las películas independientes no son tan digeribles. Deben molestar de algún modo».

Dentro de ese discurso, aparentemente contrario a las líneas de Hollywood, Boyle defiende su apuesta por una protagonista femenina, alguien que, como se verá, acaba tomando las riendas de la historia. «El filme es ligeramente "noir"–cuenta el director sobre su antiheroína–. La idea de la "femme fatal"es interesante porque la figura de la rubia escandinava que creó Hitchcock ha dominado el cine, pero es una construcción masculina, misógnina; se basa en la idea de que son mujeres con menos sentimientos que los hombres, a los que manipulan para sacarles partido económico. Nosotros queríamos que ella se sirviera de su belleza, de su sensualidad, pero su razón, en el fondo, es la violencia». Y deja algo claro: «Al final, toda mi filmografía trata de lo mismo: de personas que tratan de hacer frente a problemas».