Estreno
«Historia de la meva mort»: Casanova vence a Drácula
Dirección y guión: Albert Serra. Intérpretes: Vicenç Altaió, Lluís Serrat, Eliseu Huertas, Clara Visa. España, 2013. Duración: 148 minutos. Drama
Da la impresión de que en Albert Serra hay un Casanova que come granadas como si comiera sexos y un Drácula que, con circunspecta expresión, se toma demasiado en serio a sí mismo. Por fortuna, como cineasta y como personaje «hipster» de la escena artística catalana, gana su lado Casanova, el frívolo hedonismo de éste, su adicción a los aforismos imposibles y su mirada distante e imprevisible sobre la Historia que le ha tocado vivir. Quizá por ello, porque la dicotomía está en la génesis del proyecto, porque la primera parte está dominada por Casanova y la segunda, más oscura y críptica, por Drácula, «Història de la meva mort» está descompensada.
El sentido del humor que Vicenç Altaió imprime a su Casanova es puro Serra: la informalidad del texto que recita no pretende desmitificar al personaje –eso ya lo hizo Fellini por otros medios, convirtiéndolo en un seductor autómata– sino buscar su esencia, que mezcla curiosidad y lucidez pasando por alto la decadencia de su figura. Especialmente conmovedora resulta la relación con su criado Pompeu, un Lluís Serrat de una pureza estupefacta, tan rotunda aquí como lo fue en «Honor de cavalleria», donde encarnaba a Sancho Panza. Un trozo de verdad que soporta los excesos de su dueño y señor –por ejemplo, en una escena que le transforma en el clásico «caganer» de pesebre y barretina– con el estoicismo de alguien capaz que tiene los pies en la tierra. Una pena que esa verdad se dilapide en la segunda parte del filme, en la que el Romanticismo farfulla el idioma de la pedantería. Serra conoce a sus modelos pero se aburre un poco imitándolos. Si se trataba de convertir la torpeza en arte –o la mierda en oro, como se dice en el filme–, Serra se ha quedado a medio camino.
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