Historia

Nazismo

Un superviviente del holocausto nazi habla sobre cómo la quema masiva de cuerpos mantuvo calientes al resto de prisioneros

Boris Pahor, de 106 años, conocido como “El hombre que vio demasiado” es la persona de mayor edad que vivió de primera mano el exterminio acometido por los alemanes en los campos de concentración

Boris Pahor, escribió Necropolis sobre su estancia en un campo de concentración
Boris Pahor, escribió Necropolis sobre su estancia en un campo de concentración larazon Twitter

Boris es un escritor esloveno, conocido mundialmente por una novela autobiográfica, Necrópolis, donde cuenta su propia experiencia en un campo de concentración nazi. Nació un 23 de agosto de 1913 en Trieste, una ciudad situada al norte de Italia, concretamente en la frontera que mantiene este país con Eslovenia. Un territorio que durante años fue parte del Imperio Austrohúngaro, hasta que, con el final de la Primera Guerra Mundial, la ciudad pasase a formar parte del Reino de Italia.

Nuestro protagonista vivió desde muy temprana edad los aires sombríos que circulaban por la Europa del periodo de entreguerras (1918-1939). Como parte de la comunidad eslovena pudo ver como en julio de 1920 incendiaban la Casa de la Cultura Eslovena. Un acto realizado por partidarios del recién creado movimiento fascista. Un ataque que acompañaba a los realizados de manera continuada desde las instituciones del país alpino, como fue, por ejemplo, la prohibición de la enseñanza de lengua eslovena en escuelas. Tras la caída del régimen fascista en 1943, Boris se alistó en el Frente Yugoslavo de Liberación. Sin embargo, los colaboracionistas de la Alemania Nazi le delataron, por lo que fue detenido en 1944 y trasladado al campo de concentración de Dachau, en la región de Babiera. Lo primero que recuerda es que "le golpearon con correas de cuero, para luego encerrarle en un armario durante 24 horas". Un par de meses después fue trasladado a Natzweiler-Struthof, situado en las montañas de los Vosgos en Alsacia, Francia. El único en territorio francés.

Entrada al campo de concentración Natzweiler-Struthof
Entrada al campo de concentración Natzweiler-Struthof larazon Twitter

Todo lo que allí sucedió ha tratado de plasmarlo en su obra Necrópolis, publicada en 1966. Un libro que ha estado olvidado durante mucho tiempo. No sería traducido a otra lengua hasta casi 20 años después.

Boris hace un repaso de todo lo que vio y vivió en el tiempo en que estuvo encerrado en el campo de concentración. Allí, tuvo que convivir con otras personas que habían corrido la misma suerte que él, predominantemente prisioneros políticos, combatientes de la resistencia y una minoría de gitanos y judíos. Boris dejó de tener nombre y apellido, y se le otorgó un número de identificación.

Destaca en sus memorias cómo recuerda la agradable sensación que le producía el agua caliente cuando entraba en contacto con su cuerpo. Algo tan simple hoy en día lograba humanizarle. Durante unos minutos se olvidaba del frío y de los llantos procedentes de los barracones. El frío era el enemigo a batir, se calaba en los huesos con temperaturas de varios grados bajo cero, llegando a alcanzar los -20ºC. Las ropas de las que disponían los prisioneros era inútil para combatir la dureza del clima. Era una tela fina que apenas protegía del viento y reconocida por sus características lineas verticales blancas y negras. Muchos de estos prisioneros ni siquiera disponían de calzado. "Te sientes desnudo", afirma para la BBC. No olvida tampoco la terrible sinfonía que acompañaba los duros trabajos que realizaban los prisioneros. Mientras picaban piedra hasta morir por cansancio, bandas de música tocaban alegremente para los oficiales de las SS, que observaban sin pestañear el sufrimiento de los presos. Boris llegó a decir que “Usaron las cenizas del crematorio para ayudar a cultivar sus flores. En Natzweiler siempre tenías miedo. Llegas a la entrada y la horca te da la bienvenida. Mirando los escalones se podía ver el cuartel. Nos dijeron que había un horno allí. No había otra salida más que la chimenea.".

La escasa fuente de calor a la que tenía acceso Boris y otros tantos prisioneros en Natzweiler era el que les proporcionaban los soldados cuando les desinfectaban contra el tifus. El agua caliente que lo hacía sentir humano procedía de los cuerpos de los prisioneros exterminados allí, aproximadamente 22.000 personas. En su obra escribe "Olvidamos que debajo del cuarto de baño hay un horno y que día y noche un fogonero tira troncos humanos".

Hornos utilizados para quemar los cuerpos en los diferentes campos de concentración
Hornos utilizados para quemar los cuerpos en los diferentes campos de concentración larazon Twitter

Todo cambiaría en la vida de Pahor a raíz de un dedo meñique herido. Un médico decidió examinarle y descubrió que Boris hablaba varios idiomas, así lo contrató como traductor y asistente médico. Gracias a estos nuevos trabajos, el esloveno pudo obtener un plato de sopa. Durante ese tiempo siguió viendo las barbaridades que se cometían. Los gitanos y judíos eran asesinados mediante el uso del gas, mientras que a miembros de Operaciones Especiales Británicos capturadas las mataron con cianuro. El campamento fue también testigo de horribles experimentos médicos realizados por los médicos nazis.

El campo funcionaría con total normalidad hasta el 25 de noviembre de 1944, cuando las fuerzas aliadas llegaron a las puertas de Natzweiler. Allí, cámaras estadounidenses captaron los horrores que escondía el campo de exterminio: bloques de castigo, crematorios, hornos y la cámara de gas. Muchos cuerpos aun permanecían allí, ya que los alemanes en su huida no tuvieron tiempo de poder quemarlos, tal y como había ordenado Hitler.

Por desgracia para los prisioneros de este y otros muchos campos de exterminio la Segunda Guerra Mundial estaba en pleno apogeo y las potencias aliadas antepusieron ganar la guerra lo antes posible a contar las terribles crueldades que se cometían contra la humanidad en estos lugares. Es por esto que la liberación de Auschwitz-Birkenau y Bergen-Belsen en 1945 silenció tristemente lo acontecido en Natzweiler-Struthof.

Al terminar la contienda, Boris se fue a París para recuperarse de la tuberculosis. Tiempo después regresaría a Trieste donde se casó, tuvo dos hijos y se convirtió en escritor y profesor. Ha vuelto en varias ocasiones al lugar que le marcó para siempre, donde ahora se levanta una estación de esquí. "La gente visita el campamento y luego se va a esquiar, porque gracias a Dios, nunca sabrán los horrores que tuve que ver", concluyó "El hombre que vio demasiado".