España
Frente al espejo por Carlos RODRÍGUEZ BRAUN
La economía española llega al Debate sobre el Estado de la Nación en una situación apurada y también curiosa. Los apuros son evidentes. La sacudida del año 2009 fue tan grave que hay que remontarse hasta la Guerra Civil para encontrar una caída análoga en el nivel de la actividad económica. Después, la situación ha ido menos mal y un poco bien, pero aún no es suficiente para reducir el desempleo. Lo curioso del caso es la actitud mostrada por el Gobierno, que pretendió primero que la crisis no existía y seguidamente nos consoló asegurándonos que por suerte los socialistas están al frente de la nave, porque en caso contrario habríamos naufragado.
Mienten más que hablan. Smiley y sus secuaces no reconocieron la crisis porque pensaron que les perjudicaba para su objetivo de ganar las elecciones generales de 2008, y a continuación hicieron lo contrario de lo que había que hacer: subieron los impuestos, el gasto y la deuda pública, y no flexibilizaron los mercados. Así, prolongaron innecesariamente la gran recesión. El famoso «giro» del año pasado, que era necesario, no fue impuesto por el exterior ni por los perversos «mercados» sino por la cruda realidad: la política expansiva de Smiley/Solbes primero y Smiley/Salgado después dio como resultado un esquema insostenible.
Al final, en efecto, hubo que pisar el freno, o todo saltaba por los aires, pero no es ningún mérito del Gobierno, como no lo es que un conductor extravagante desacelere la marcha si antes ha puesto su coche a 250 kilómetros por hora en un camino de cabras.
Los socialistas se aprestan a una nueva y doble fábula. Por un lado, jurarán que cualquier dato positivo se debe a su actuación política. Por otro lado, dirán que todo lo malo que hay es algo que ellos se encontraron sin merecerlo. La realidad es la inversa: la recuperación se debe al ajuste emprendido por el sector privado, no por el público; y lo malo es en no poca medida atribuible por acción u omisión a quienes han gobernado durante los últimos años. Cuando Smiley ve la imagen turbia de nuestra economía, no hace más que mirarse al espejo.
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