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Juicio exprés a la «Jackie roja»

Pekín cierra en siete horas y sin veredicto el mayor escándalo político de las últimas décadas. La mujer de Bo Xilai se enfrenta a una pena de muerte por asesinato 

Gu que aparece en la pantalla del ordenador vestida con traje negro en la sala judicial aceptó los cargos de homicio
Gu que aparece en la pantalla del ordenador vestida con traje negro en la sala judicial aceptó los cargos de homiciolarazon

Siete horas duró el juicio políticamente más sensible de China en las últimas décadas. En un país donde en el 98% de los procesos judiciales se encuentra culpable al acusado, el destino de Gu Kailai parece decidido de antemano y la duración de la vista oral no hace más que corroborar esta tesis. Ya la agencia oficial de noticias emitió un veredicto el pasado 26 de julio al sostener que «los hechos son claros y las pruebas irrefutables». Todo apunta a que la mujer de Bo Xilai, una de las figuras emergentes del Partido Comunista Chino hasta su caída en desgracia en febrero, tendrá que pasar una «larga temporada» en prisión, si la sentencia, que todavía no se conoce, no la condena a pena de muerte. En ese caso, muchos analistas auguran que será conmutable, si Gu «muestra buena conducta y arrepentimiento», y pasará a cadena perpetua. En el mejor de los casos, esta abogada perteneciente a la aristocracia comunista –de ahí su sobrenombre de la «Jackie roja» en referencia a Jackie Kennedy–, tendrá que estar quince años en prisión.

Gu Kailai, de 53 años, está acusada de «homicidio intencionado». Ella misma reconoció el crimen y se declaró culpable. El portavoz del Tribunal Intermedio de Hefei, Tan Yigan, dijo ayer en una rueda de prensa que la abogada «no mostró objeciones» a la acusación, pero sí habría alegado que Heywood la amenazó con poner en peligro la vida de su hijo, Bo Guagua. La utilización del recurso de defensa de una madre a su hijo podría rebajarle la pena. Gu sólo fue juzgada por la muerte del empresario, y en su juicio no se incluyeron los «delitos económicos».
La corrupción encabeza la lista de conflictos en China y el Partido Comunista teme una eternización del juicio, por lo que ha apostado por cerrar lo más rápida y discretamente el caso.
El escándalo, sin embargo, ya ha estallado y la fugacidad de la vista judicial no ha hecho más que alimentar las sospechas sobre las implicaciones políticas en el caso de Gu. El escándalo de la familia Xilai se ha convertido en uno de los asuntos más espinosos de cara al congreso que tendrá lugar en otoño. Kailai está casada con Bo Xilai, una de las figuras más populares y con mayor proyección dentro del PCCh hasta su caída en desgracia a raíz del arresto de Gu. Bo fue destituido como jefe del Partido Comunista en Chongqing el pasado marzo. En China muchos vinculan el caso de su mujer con una purga política para sacarse de en medio a Bo. No en vano, su caída facilita el camino de los reformistas para tomar el liderazgo. Era ex ministro de Comercio y uno de los dirigentes provinciales más populares en China, por ello su nombre sonaba para ocupar un puesto en el comité permanente del Politburó que dirigirá el país durante los próximos diez años.

La cercanía del Congreso del Partido Comunista ha aumentado los nervios del PCCh. El caso de la abogada, que se ha convertido en una auténtica telenovela en China, tiene que llegar a su fin antes de que se reúna el partido.

El escándalo se desató en febrero, cuando la mano derecha de Bo Xilai, Wang Lijun, pidió asilo en el consulado de Estados Unidos. Wang, que puede ser condenado a muerte por «traición al Partido Comunista», denunció en la embajada estadounidense los vínculos de Gu con el fallecimiento de Heywood. El empresario británico apareció muerto en la habitación de un hotel el 14 de noviembre de 2011. Íntimo de la familia de Bo Xilai, este consultor, que hacía de intermediario entre empresas chinas y occidentales, empezó a hacer negocios con los Bo. Su relación con Gu no se ha esclarecido, aunque varias informaciones señalan que mantuvieron una relación sentimental. El empresario daba clases de inglés al hijo de Kalai, e incluso utilizó sus contactos para que el joven estudiase en Harvard y Oxford. Pero la relación entre Gu y Neil se tensó en 2010. Un periodista del diario «The Times», amigo de Heywood, escribió en noviembre de 2011 que el empresario británico estaba «preocupado» por el distanciamiento con la familia Bo, y que incluso éste estaba considerando «escaparse del país».

El 14 de noviembre se encontró el cuerpo. Las autoridades chinas se apresuraron a firmar que el británico de 41 años había fallecido por «intoxicación etílica». Su cuerpo fue incinerado sin un examen post mórtem. El Gobierno británico, que alegó que muchos de los amigos del empresario declararon que sólo bebía ocasionalmente, pidió a las autoridades chinas que reabriesen el caso. Fue en abril cuando el Gobierno chino abrió un proceso contra Gu que quiso ayer dar carpetazo.

 

La guerra entre «principitos» y populistas
El arresto de Gu Kailai, acusada de asesinato, y la fulminante destitución de su marido, Bo Xilai, como jefe del Partido Comunista Chino en la región de Chongqing, están estrechamente relacionados con la batalla abierta por el control del PCCh. En otoño se renovarán siete de los nueve puestos del todopoderoso Politburó. Formar parte del comité permanente en un país de partido único como es China supone tomar el control de una de las riendas colectivas del poder. Bo era una de las figuras emergentes del PCCh. Lo tenía todo. Carisma, poder y linaje. Ser hijo de uno de los héroes comunistas que lucharon en la guerra con Mao le dio una entrada directa a la facción de los «principitos». Es el grupo al que pertenecen todas las grandes familias comunistas, y que a menudo son criticados por sus extravagantes estilos de vida. En el bando contrario, están los «populistas», dirigentes sin pedigrí que han escalado posiciones a raíz de una suerte de méritos. Estas dos facciones se enfrentan por el liderazgo del partido. Bo estaba en la primera línea. Tenía a su mentor político, Zhou Yongkang, dentro del Politburó. El escándalo de su mujer le ha quitado de en medio, pero ha logarado zanjar la guerra, informa Rocío Colomer.