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Tic tac tic tac por Fernando SÁNCHEZ-DRAGÓ
Dice el Registro Civil que nací un 2 de octubre del año de Maricastaña, pero lo primero no es verdad; lo segundo, por desgracia, sí… Mis Memorias de un niño raro («Esos días azules», Planeta), que andan ahora por las librerías, arrancan nueve meses antes de la fecha citada. ¿Por qué? Pues porque yo, como todo el mundo, no nací en el instante del alumbramiento, sino en el de la concepción.
Pura lógica. Echen cuentas, así sean las de perogrullo. El reloj de la vida individual se pone en marcha cuando el espermatozoide fecunda el óvulo. Usted, lector, tiene nueve meses más de lo que cree. No se preocupe. No por ello será más viejo. Sus arterias seguirán siendo las mismas.
En la India se mide la edad de las personas según el baremo que acabo de mencionar. En los países de tradición hinduista, como Nepal, y en Bali, también. Puntualizo… Quizá debería decir que se medía, pues cabe la posibilidad de que la revolución laicista desencadenada por Nehru, Indira Gandhi –horresco referens– y su very, very snob parentela a lo largo de más de media centuria haya proscrito tan sabia costumbre. Lo cierto es que lo ignoro, aunque me temo lo peor. ¡Líbrenos Siva, y libre a quienes en él creen, de las mutilaciones cisorias perpetradas por los políticos que todo lo supeditan al afán de cambio, al señuelo de la modernización y a la manía globalizadora de la homologación universal! De todos los argumentos, y son muchos, que cabe manejar contra el aborto artificial cuando no lo justifican los riesgos de malformación del feto o la necesidad de proteger la salud de la madre, ninguno tan vigoroso, a mi juicio, como el que acabo de exponer: la evidencia de que la vida animal, no sólo humana, y también la vegetal, comienza en el instante de la fecundación, ya sea ésta por vía de espermatozoide, óvulo, huevo, semilla, partenogénesis o polinización. Abortar es matar, con el agravante de que en ese crimen, como en los del terrorismo, las víctimas son inocentes. Dicho queda. Considérenlo en Génova y aúlle la progresía cuanto le venga en gana.
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