Asia

Bangkok

Los «camisas rojas» se atrincheran

La oposición mantiene su pulso al Gobierno tailandés: no saldrán del centro de Bangkok si no convoca elecciones.

Un turista toma fotos, ayer, en la zona ocupada por los opositores
Un turista toma fotos, ayer, en la zona ocupada por los opositoreslarazon

El guitarrista arranca con acordes melódicos, el vocalista se pega el micrófono y todo el auditorio vibra. Los más jóvenes bailan y los ancianos dan palmas. El grupo desafina un poco y su concierto no tendría mayor trascendencia si no fuera porque el escenario donde tocan está rodeado de militares, amenazado por francotiradores y considerado «área terrorista» por el Gobierno tailandés. Los rebeldes, los «camisas rojas», que desde hace dos meses ocupan el centro de Bangkok, intentan superar la presión con una de esas escenas que sólo es posible ver en el «país de las sonrisas», donde la gente ríe incluso cuando corre por su vida. El ultimátum que dio el domingo el Gobierno concluyó ayer a las tres de la tarde (hora local), pero la situación no ha cambiado desde entonces. Las escaramuzas con el Ejército, las explosiones y los intercambios de disparos seguían repitiéndose en un par de zonas periféricas, donde fue aumentando el goteo de muertos. Por la «ciudad roja» cada vez quedan menos rebeldes, no más de cinco mil. El resto ha abandonado el fortín poco a poco. Algunas áreas estratégicas, como la adyacente al Parque Lumpini, lucía desierta ayer por la tarde. Junto a un muro de contención de neumáticos ardiendo, dos adolescentes armados con un palo y un tirachinas hacían guardia. «No tenemos miedo», se envalentonaba uno de ellos ante las cámaras de televisión, mientras exhibía un tatuaje donde podía leerse «I love you» (te quiero, en inglés).El Ejército parece decidido a vencer la partida agotando a sus rivales. Los soldados mantienen a raya a los rebeldes, les cortan los suministros y juegan a una guerra psicológica cuajada de amenazas (dos años de cárcel, cargos de «terrorismo», etcétera), pero el esperado desalojo no termina de llegar. Anoche, el secretario general del Consejo Nacional de Seguridad, Thawil Pliensee, admitió que «seguiremos mandando advertencias a los manifestantes y lentamente aumentaremos la presión si no se van». Aunque muchos han abandonado, todavía hay miles de manifestantes dispuestos a aguantar hasta el final. Ayer reforzaron sus defensas en algunos puntos, montando barricadas sobre las vías del tren elevado y evitando mediante cohetes caseros y fuegos artificiales que las avionetas que sobrevuelan la zona lanzasen gases lacrimógenos y octavillas propagandísticas al campamento base. «Yo no quiero luchar, ni morir aquí, pero si los soldados quieren pelea, la tendrán», desafiaba uno de los «camisetas negras», las falanges de acción que encabezan las protestas violentas. El área en la que «resisten» es de unos tres kilómetros cuadrados y se localiza en el corazón comercial de la capital. A lo largo de todo el día se habló de una eventual negociación con el Gobierno para hallar una salida pacífica al conflicto, pero todos los intentos fracasaron. Según la prensa tailandesa, ninguno de los muchos cabecillas de la revuelta tiene poder suficiente como para ordenar que la «ocupación roja» llegue a su momento final.

Turismo «de guerra» en BangkokUna arriesgada descarga de adrenalina. Es lo que estuvieron buscando ayer al menos veinte extranjeros occidentales en medio de las protestas, haciéndose fotos frente a barricadas y neumáticos humeando, metiendo los dedos en los agujeros de bala y corriendo junto a los manifestantes cuando el Ejército empezaba a pegar tiros. «Me gustaría verlo de cerca. Vengo mucho a Bangkok y creo que es excitante estar aquí hoy», explica un austriaco de unos 40 años. «¿Se puede entrar? ¿Crees que es peligroso? ¿Por dónde me recomiendas ir?», dice un australiano algo más prudente. Varios grupos, entre ellos cuatro británicos, llegaron acompañados de chicas tailandesas que les iban «guiando» por el campamento rebelde. «Querían venir a verlo y me he ofrecido a enseñárselo», comenta una muchacha.