Sevilla
Ser honrado y parecerlo por José Clemente
El Tribunal Supremo parece haber aplicado aquella máxima de Julio César al explicar el divorcio de su segunda esposa Pompeya Sila, acusada de mantener un devaneo que no se materializó con el mujeriego, Publio Clodio Pulcro, al afirmar ante el Senado romano que «La mujer del César no solo debe ser honrada, sino además, parecerlo». Ya sé que en los tiempos que corren eso del César es un anacronismo histórico, todavía vigente cuando nos referimos al comportamiento de algunos políticos. Y digo y subrayo lo de «algunos» políticos porque la gran mayoría de ellos son personas honradas a las que, en ocasiones, su dedicación a la política va en detrimento de sus propios intereses, cuando no pierden dinero, directamente, si su actividad se limitara en exclusividad al ámbito privado. Por eso comparto con Valcárcel que los diputados cobren un salario, aunque tal vez sobren algunos en el hemiciclo de Cartagena. Pero vayamos al grano. Los lectores de LA RAZÓN saben perfectamente que desde estas páginas siempre hemos defendido la presunción de inocencia como el principal valor del Estado de Derecho. Sin ella, el imperio de la ley no existiría y los principios inviolables de los individuos quedarían a merced de los grupos de presión o de los poderosos. Al igual que no se debe poder comprar la libertad, tampoco se debe poder acusar sin pruebas que lo sustenten, como ha ocurrido, ocurre y desgraciadamente ocurrirá en este país nuestro.
Pero salvada ésta, es decir, salvada la presunción de inocencia y ante las pruebas irrefutables, la Justicia debe actuar con total independencia y libertad, que es para lo que la tenemos y lo que esperamos de ella. Por eso digo que el TS ha aplicado esa máxima del César en el caso del alcalde de Fortuna, Matías Carrillo, y del ex director gerente de la empresa pública de limpieza de Lorca (Limusa), Francisco Gil Eguino. Matías Carrillo presentó ayer mismo su dimisión al existir una condena firme por la compra de votos que él sigue negando todavía, pero tuvo la suerte de ser exonerado del delito de prevaricación, por el que le hubieran caído hasta doce años de prisión. Aún así, le honra dimitir inmediatamente, cosa que también podía haber hecho cuando fue condenado por la Audiencia Provincial el 11 de julio del pasado año. Como la mujer del César, no solo no debía haber comprado votos a cambio de empleo, cosa que Carrillo niega, sino además parecerlo, que es lo único que de verdad le salvaría.
Más grave, sin duda, es el caso de Eguino, quien no solo desfalcó al Ayuntamiento de Lorca en beneficio propio, pagó la carrera a su hija, desvió dinero para cubrir fiestas familiares y un montón más de tropelías, sino que encima se gastó el dinero de los lorquinos de putas en Sevilla. Eguino, ahora acorralado y solo, debería explicar con todo lujo de detalles quién le acompañaba del equipo gobierno socialista en esos festivales, para que al menos conozcamos la versión completa de los hechos.
En cuanto a los tribunales murcianos, una de cal y otra de arena. De cal por la compilación de pruebas que avalan la decisión final del Supremo, pero de arena, también, porque el caso de Carrillo fue archivado antes de viajar a Madrid. No es oro todo lo que reluce. En cualquier caso, bienvenido sea que los servidores públicos, como la mujer del César, sean honrados y, además, lo parezcan. En caso contrario, a todos los que metan la mano en el cajón público, que se le queden los dedos dentro.
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