Nueva York

El Reina Sofía llama a la revolución

El museo presenta el tercer tramo de la colección permanente

Imagen de la obra "Payseyes"de Luis Gordillo
Imagen de la obra "Payseyes"de Luis Gordillolarazon

Está en la cabeza de todos y es una realidad que ya nadie cuestiona: los museos de arte contemporáneo están en crisis. El director del Reina Sofía, Manuel Borja Villel, lanzó la afirmación días atrás. Hay que cambiar el modelo, dijo también. Sus palabras han coincidido casi en el tiempo con la presentación de la reordenación de la tercera parte de la colección permanente, la que mide la temperatura artística de 1962 a 1982, un periodo convulso para el que el responsable del museo ha tejido un discurso que arranca en la guerra de Argel y que acaba casi con Pedro Almodóvar. Vayamos a los sesenta. El optimismo inicial de base que llevaba implícita la idea de un cambio en el mundo y la necesidad de pintar de otro modo es el punto de partida. Para Borja Villel, «es muy importante el hecho de tomar conciencia de la idea de colonia, existen esos países y no son meros trasteros», explica, mientras señala una obra de Falström, metálica, que cuelga de la pared e inspirada en un parterre del que nacen personas.
Frente a este planteamiento, el hecho de que el artista demiurgo deviene en un tonto, como lo retrata Filhou, con sombrero de capirote: el mundo se hace grande y el artista ya no puede transformarlo, como era su idea inicial.
¿Qué sucede mientras en EE UU? Hay que empezar de cero. Dan Flavin, con su serie de fluorescentes («1, 2, 3»), apela a lo más básico, mientras Carl André horizontaliza la escultura (que se puede tocar y pisar). «El artista ha querido cambiar el orden, pero les ha salido rana, mal, y es necesario partir de cero e ir a lo básico», asegura el director del CARS. La obra como partitura cuya musicalidad lleva a la danza en unas piezas en las que se percibe el arte casi con el cuerpo. En el Sur, Latinoamérica estalla en color y practica una antropofagia que regurgita transformada en un tropicalismo cuyo máximo exponente tiene la forma de un Mondrian en tres dimensiones (es «Tropicália», 1967, de Helio Oiticica), una de las piezas más impresionantes de esta tercera entrega. Europa, mientras esto sucede en el cono sur, decide su vuelta a lo clásico en la búsqueda de su arte propio: en la chistera-pozo de Pistoletto se ve el reflejo de Narciso y también están las trompetas inmensas hechas con los altavoces que utilizara Mussolini. «La base del arte contemporáneo está aquí», avanza el director para tomarle el pulso casi inmediatamente al feminismo: la mujer no es sujeto sino objeto, no tiene vocabulario propio, con obras, entre otras artistas, de la española Concha Jerez y la argentina Liliana Porter. Las paredes se tapizan con los Encuentros de Pamplona y la música de Luis de Pablo, toda una revolución en 1972.

La televisión como arte
La crisis del petróleo en 1973 radicaliza las posturas: la sociología tiene un discurso creador (son las propuestas de Hans Hacke y André Cadere). Mientras Richard Serra (con un irreconocible pelo afro), Baldessari y Mario Merz hacen desaparecer el arte en el «Muelle 18» de Nueva York. Muntadas proclama la televisión como obra de arte. En la transición, las tendencias españolas toman cuer- po en Zaragoza, Barcelona, Sevilla y Madrid (imprescindible el lienzo de Pérez Villalta), con grupos activísimos de artistas. La pre Movida en la capital abre un escenario en el que «cada día y cada noche Madrid era una fiesta». Y ya, en el fin de este recorrido, los primeros 80: Richer, Colemean y de nuevo Baldessari, mientras una instalación de Juan Luis Moraza echa la creación por tierra: el arte se hace añicos. Y vuelta a empezar.


Almodóvar, de museo
No tenía suficiente el director manchego con haber entrado en el MoMA. Siendo profeta en su tierra, ayer acudió a última hora a la presentación de la tercera parte de la colección del CARS para ver el vídeo con Macnamara, en el que cantan «Gran ganga» e integrado ya como parte del museo. Confirmó que pasaría y esperó a que la Prensa se dispersara. «Le ha parecido interesante que hayamos recuperado estos años de creación, cómo era España no hace tanto tiempo», explica Borja-Villel.

 - Dónde: Museo Reina Sofía. Madrid.
- Cúanto: 8 euros.
www.museoreinasofia.com