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«En este país hay muertos de primera y muertos de segunda»

La familia de Juanjo critica la decisión judicial y cuestiona la investigación

Juanjo Sopuertas
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Madrid- No están. Hablan, intentan explicar las cosas, regañan a la perra, pero no están. Los padres de Juanjo tienen la pena tan incrustada dentro que apenas parecen estar respirando. Si ya es duro perder a un hijo, el dolor se multiplica si desaparece de una forma tan violenta, pero lo que no parece de recibo es que, además, la persona que le quitó la vida con 29 puñaladas esté en la calle.
No les es fácil recordar aquel 27 de noviembre del que hoy se cumplen 23 meses. Pero tal y cómo el crimen pasó de puntillas, se han visto obligados a hablar con la Prensa. Juanjo murió unos días después que Álvaro Ussía. El revuelo mediático que se formó con el crimen del Balcón de Rosales tapó el caso de este joven de 29 años en la plaza de Verin.
Quizá por eso, y por tener un asesino confeso, no se investigó más. Sin embargo, la familia no cree en la versión oficial y considera que se está ocultando lo que ocurrió en esa casa.
En primer lugar, se ríen de las hipótesis acerca de la homosexualidad de Juanjo. No lo creen y hasta su cuñada Ruth se rompe en una carcajada cuando se lo preguntan. Tenía una novia, prostituta y colombiana, que le metía en muchos follones y que desapareció tras el crimen. Los padres creen que ella tuvo algo que ver con la presencia de Juanjo en esa casa.
Él trabajaba en un hospital, pero ese día libraba. A las siete de la mañana salió de Carabanchel, recargó el móvil y se dirigió al Barrio del Pilar. «Para que Juanjo saliese a esa hora, tenía que estar su novia detrás. Sólo se movía por ella», explican.
Tampoco les cuadra lo que supuestamente pasó en esa casa: que Juanjo no pudiese enfrentarse a su agresor. «Era muy echado para delante. Una vez le atropelló un coche cuando iba con la moto y se puso delante para que no huyese». Tampoco se venía abajo en la adversidad. En otra ocasión le intentaron robar el reloj en el Metro y recibió una paliza, pero conservó el accesorio. «No se achantaba. Era delgado, pero se podía enfrentar perfectamente a tíos más fuertes y ganarles».
En cualquier caso, la versión oficial está ahí. Edu y Juanjo se conocieron a través de un chat y quedaron en verse en la casa del primero, supuestamente, mientras su novio, Pedro, se iba a trabajar al bar Lemos, a escasos cien metros del lugar del crimen.
Los mensajes están en el móvil, pero ellos están seguros de que había algo más detrás de ese encuentro y más gente en la casa cuando pasó todo. No obstante, los agentes de Homicidios les explicaron que al haber asesino confeso, el tema estaba cerrado. Todo les cuadraba tanto como a la familia le sonaba a chino.
Para ellos es más sencillo que todo eso. Como explica la madre: «En este país hay muertos de primera y muertos de segunda. Mi pobre Juanjo, como no tenía una madre rica ni famosa, ni era amigo de nadie importante, pues pasó desapercibido y ya está».


Una manifestación de protesta
El aniversario siempre es duro para ellos, pero más lo es salir a la calle con una pancarta ese día. Es el precio que tienen que pagar por pedir justicia. No creen en ella, pero el recuerdo de Juanjo les acompaña a cada momento y harán una marcha el próximo 27 de noviembre. Lo hacen por él más que por ellos, de ahí que saquen fuerzas en un día tan señalado. Por eso, se unirán en una manifestación para pedir que el homicida confeso vuelva a la cárcel. Apenas estuvo allí tres meses. El juez consideró que al tener un negocio, trabajo, familia y amigos no había riesgo de fuga. Impuso una fianza de 20.000 euros y salió libre. El juicio no tiene fecha, pero al no ser una causa con preso, irá más lento que otras. De hecho, todavía no ha calificado la Fiscalía. Dicen que Pedro sigue trabajando en la zona tan tranquilo y que él y Edu insisten en que están muy afectados y deprimidos por lo ocurrido. Pero están vivos y Juanjo no.
Así es como lo ven los familiares y amigos de Juanjo, que eran muchos y que no terminan de superar una muerte que les pilló por sorpresa y que todavía hoy no entienden. Tanto, que el crimen ocurrió a las nueve y cuarto de la mañana y su hermano, que fue el primero en enterarse, recibió la llamada de la Policía a las siete y algo de la tarde.