Música

Los Ángeles

Mamá y su replicante

Janney «Chiquis» Marín compite en popularidad con su progenitora

Mamá y su replicante
Mamá y su replicantelarazon

Crecer en un «reality» o te deja sonado de por vida –que va a ser que sí– o te convierte en una famosa que sólo tiene que dedicarse a sus labores, que no son otras que permanecer en el «candelabro», que diría Sofía Mazagatos, aunque te achicharres en el intento. Afortunadamente no es lo que le ocurre a Janney «Chiquis» Marín, de profesión hija de Jenni Rivera, una intérprete de la canción tradicional mexicana que deja a los hispanos con la boca abierta.
El caso es que un día a Jenni Rivera le propusieron un «reality» sobre su vida «apasionante» con su marido, sus hijos, sus perros y demás fauna doméstica. Rivera, que no es exhibicionista sino lo siguiente, aceptó. «I love Jenni» la convirtió en una celebridad que lo mismo vale para un roto que para un descosido, mientras la joven Janney «Chiquis» Marín le cogía gusto a eso de ser grabada por una cámara mientras se viste, se come o se duerme. Era un fiel reflejo de su madre pero sin cantar. Eso sí, es especialista en dar el cante. La chica daba tanto juego que decidieron darle un «reality» propio: «Chiquis n' control». De lo que se trataba era de mostrar los retos, triunfos y fracasos de una latina en Los Ángeles, un objetivo demasiado ambicioso si se tiene en cuenta que en una de sus emisiones la principal y única preocupación de Janney «Chiquis» Marín era convencer a su cirujano para que le aumentase el busto. Para ello, bailó ante las cámaras en un afán de demostrar que los genes no fueron generosos con sus glándulas mamarias, una de esas secuencias que provocan ezcemas entre los espectadores más sensibles al ridículo ajeno. Su madre, lejos de censurarla, alabó la opción estética de su hija. Entre ellas no hay celos profesionales; al contrario, han formado un rentable «pack» en el mundo del espectáculo latino. Juntas se pasean por las alfombras rojas pintadas con más capas que una puerta, que se rinden mutuamente ante sus encantos, en una suerte de complejo de Electra algo enrevesado pero muy rentable.


Su Álter ego patrio
Pilarita y Saray

 Hija y madre entraron de la mano en «Gran Hermano», donde se dedicaron básicamente a chupar plano. Y lo lograron. Tras salir de la casa lanzaron con escasa fortuna y peor gusto una canción: «1,2, que guapa que soy».