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La mujer invisible por Sabino Méndez
El otro día, a raíz del informe de la Academia sobre las guías de lenguaje no sexista, una amiga mía me dijo que la lengua española hacía invisibles a las mujeres. La noticia de tal fenómeno sobrenatural me dejó muy sorprendido. Todavía más si tenemos en cuenta que estábamos manteniendo esa conversación en español y, a pesar de ello, yo seguía viéndola perfectamente, lo cual me extrañó mucho. Sospecho que en realidad lo que pasaba es que mi amiga había caído víctima de lo importantes que nos sentimos usando metáforas exageradas.
Porque vamos a ver (tendremos que repetirlo los filólogos), ¿cómo va ser sexista o antisexista el lenguaje si es una simple herramienta comunicativa? Lo que será sexista o no es el uso que hagamos cada uno de ese sistema comunicativo, pero el sistema en sí no es una señorita o un caballero que tenga conductas. Los filólogos sabemos que todo esto viene de viejas teorías obsoletas, según las cuales hay que cambiar las formas de hablar para cambiar las formas de pensar. Pero, como han demostrado, tanto los avances teóricos de los últimos cincuenta años, como la realidad del eufemismo en nuestras sociedades modernas, lo único que se consigue por ese camino es seguir pensando igual pero llamarlo de otra manera.
Se ha reprochado a la Academia que no haya intervenido antes como autoridad, pero esa institución, aparte de inteligente, es sabia. Conoce el viejo principio de que nunca se debe discutir con necios, porque el riesgo es que la gente no advierta la diferencia. En nuestro país, en los últimos treinta años, las cátedras se han repartido en una tómbola y, en ese paisaje de gente sin preparación que quiere justificar un sueldo asegurando que defiende algo, lo mejor es hablar poco y ejercer, simplemente, la autoridad de la normativa.
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