Pamplona
San Fermín y «La Roja» en el corazón
- Pamplona. Tercera de la Feria de San Fermín, se lidiaron toros de Peñajara, bien - Diego Urdiales, de rosa y oro, estocada (silencio); pinchazo, estocada (silencio).- Luis Bolivar, de blanco y plata, estocada (silencio); metisaca, dos pinchazos, estocada (silencio).- Salvador Cortés, de blanco y oro, aviso, pinchazo, estocada (saludos); pinchazo, estocada, descabello (silencio).
Ante la aparición de Yolanda Barcina, alcaldesa de Pamplona, en el palco presidencial, se desató la polémica. Lo podemos dejar en división de opiniones, pero con el éxito más que moderado que supone en Pamplona que las peñas se centren en algo, aunque sea protestar. Era la tercera de Feria, aunque era la primera corrida. El punto de partida, el encuentro dentro del desencuentro de los encierros mañaneros. A las ocho en punto se para Pamplona y media España pendiente del televisor. Lo vuelve a dar en exclusiva Televisión Española. Y en día como hoy, ayer para ustedes, es casi imposible que no salgan a relucir los colores de la selección. Tiempo antes de vernos las caras con Alemania. Brutal partido nos esperaba. Pamplona era ayer, como siempre, blanco y rojo, pero «La Roja» se descubría en muchos. En otros, las banderas alemanas, que cada cual se entienda con sus principios y sus finales. Pero la realidad fue que justo antes de que saltara el sexto, ocho y cuarto en el reloj, en el coso de la Misericordia hubo una desbandada. Y el toro hubo de dar paso al balón. No hay más. Así se las gasta nuestra selección en ese trance en el que hacía sesenta años que no nos encontrábamos. Cuántos ojos no nos hemos visto en éstas. Del final, de la selección, dan cuenta los que saben de esto, comencemos nosotros por el principio de los toros, que lo hubo. Le tocó a Urdiales verse de frente con el primer Peñajara, que pasaba el envite, lo pasaba de largo, sin desalentarse, pero punto violento, descontrolado. En esa brusquedad rompía Urdiales plaza y se estrujaba los sesos para ver qué hacía ante el bruto. En los intentos de suavizar se le fue la faena que alivió rápido en el último tercio. Con timidez pasamos el trasteo del cuarto, que tenía un metro de pitón a pitón, bondad en los albores y poca boyantía de mitad para adelante. El torero estuvo afanoso, entregado, pero la faena no acabó de tener luz. Se desplazó el segundo siempre con la cara alta, iba y venía, sí, sin humillar, también. Luis Bolívar quiso tapar con decoro una faena que siempre fue por fuera. Lo más explosivo de la del quinto fue el pase cambiado por la espalda, para quitar el sentido. Después dejó entrever el toro que no se iba a entregar en el engaño y la faena tuvo más visos de defensa que de bella estampa. Lo bordó Bolívar en el quite que hizo a Luis Mariscal en el primer par de banderillas y por raza y casta torera hasta se desmonteró después. Comenzó Salvador Cortés a sangre y fuego en el centro del ruedo con pases cambiados por la espalda. Tenía el toro una cara, piensen en cornamenta, de la que bien podrían haber salido dos toros. Se lo pasó cerca con ambición y en ello no decreció en una labor larga y que acabó por ser encimista, tal vez innecesaria. Tenía el toro otra faena y clase en la arrancada para perseguir el engaño con más aire entre las partes. En el centro también dio comienzo la faena del sexto Cortés. Tenía tan poca fuerza que le dio al toro por protestar y no era sencillo encauzar los cabezazos que no acababan de cruzar el cuerpo. Voluntad, toda. Y un partido histórico por librar.
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