Sevilla

OPINIÓN: El corral de la Pacheca

La Razón
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Si a los padres de nuestra supuesta autonomía plena le hubiéramos dicho que la exaltación del flamenco y la defensa de la fiesta de los toros iban a constituir, ¡treinta años después!, parte fundamental de la agenda autonómica mientras la región seguiría sin fraguar una gran caja de ahorros, sin cobrar la deuda histórica o sin reducir la tasa de paro directamente, nos hubieran tomado por locos. Y quizás en lugar de luchar por un Estatuto de primera se hubieran dedicado a la vida contemplativa o a continuar con sus carreras profesionales que, como en el caso de Clavero, se vieron en cierta forma truncadas con la evolución posterior del proceso autonómico. Sin embargo, guste o no –y quede claro que nos apasiona el flamenco y que nos encanta la lidia– ésta es la triste realidad de una Andalucía que sólo es capaz de venirse arriba cuando toca las palmas, se apoltrona en un tendido o taconea en Japón. Porque patalear en la vida política o económica nacional ni lo olemos. Esta misma semana ha bastado una hiperbólica manifestación electoral del independentista Puigcercós sobre nuestra hipotética indolencia fiscal para que el presidente de la Junta haya organizado una ridícula declaración institucional de respuesta en la que, por supuesto, no admitió preguntas. Como si a Griñán no le hubiera venido bien la boutade del catalanista para seguir sin explicar por qué, contraviniendo el compromiso de nuestro Estatuto y el discurso mismo de la Junta, ha sido imposible fusionar ni siquiera a dos de las cuatro cajas andaluzas en un fracaso histórico sin precedentes del que no puede servir como consuelo el intangible de que la UNESCO haya declarado al flamenco patrimonio inmaterial de la humanidad. Naturalmente con declaración institucional, segunda en 24 horas, excluidas las preguntas pero incluida una especie de euforia generalizada que ha convertido por momentos a Andalucía en un gran Corral de la Pacheca. Definitivamente Lauren Postigo tenía razón: aquél nunca fue nuestro referéndum.