Mesa del Congreso
Las taquígrafas del Senado se sienten «vendidas» con el pinganillo
No saben «ni euskera ni gallego ni catalán» e ignoran si se corrigen las traducciones
MADRID- Siempre se las ve entrando y saliendo de los hemiciclos, a cuestas con sus maquinitas, pero muy pocos saben a qué se dedican. Son el colectivo de taquígrafas (sólo hay unos pocos varones) del Congreso y el Senado, cuyo trabajo es dar sentido a los discursos orales de Sus Señorías, no sólo en los plenos sino también en las diferentes comisiones. Y no es una tarea sencilla. Las referencias continuas a otros textos, siglas, citas y hasta tablas estadísticas en los últimos tiempos complican muy mucho su labor de plasmar en papel aquello que está pensado para ser hablado. Sencillamente no se habla como se escribe, por lo que se trata de dar forma a un texto para que sea legible y comprensible en el Diario de Sesiones. Y por si fuera poco, todo ello además a una velocidad de vértigo porque los senadores no esperan. La media de palabras de un discurso en la Cámara es de 140-150 palabras por minuto. Un ciudadano de a pie, a duras penas llegaría a la mitad, unas 70-80.
Un proceso que en el Congreso de los Diputados se seguirá realizando como hasta ahora, mientras que en el Senado ya ha sufrido una importante modificación con la llegada de las lenguas cooficiales al Pleno de la Cámara Alta. Anteriormente, las taquígrafas tomaban nota directamente de las intervenciones de los senadores y, posteriormente, hacían la transcripción. Ahora, sin embargo, serán los traductores los que acaparen mayor responsabilidad, porque las encargadas de transcribir las palabras de Sus Señorías se dedicarán exclusivamente a plasmar lo que les digan los intérpretes por el pinganillo, sin poder preocuparse siquiera de si éste se ha confundido o no.
A ellas nadie les ha preguntado. Pero en declaraciones a este periódico, una de las taquígrafas del Senado no se mostró muy a favor de la recién estrenada traducción simultánea. «Nos sentimos vendidas, porque no sabemos ni euskera ni gallego ni catalán». Y es que, a partir de ahora, «no sabemos ni si lo corrigen», pues, como hasta ahora, la transcripción se hace al instante y es así como quedará reflejada en el Diario de Sesiones. De esta forma, si se vuelve a dar un caso como el del pasado miércoles, con un Iñaki Anasagasti que no se desenvolvía demasiado bien en el euskera que tanto defiende, el traductor podría confundirse a la hora de interpretar sus palabras o expresiones. Y esos errores formarán parte de un documento oficial.
No obstante, aseguran que esta «novedad» no les acarreará más trabajo, pues «el escrito en las diferentes lenguas lo hacen los intérpretes», aunque reconocen que sí les afectará a la hora de plasmarlo en papel, pues el Diario de Sesiones cambiará y pasará a tener dos columnas, una para el castellano y otra para la correspondiente lengua cooficial, algo similar a lo que ocurre, por ejemplo, con el Boletín Oficial del País Vasco. Así pues, el cambio más destacado que les supondrá a las taquígrafas será que, a partir de ahora, tendrán que incluir entre sus enseres de trabajo uno más: el ya famoso pinganillo, informa F. C.
Hay que señalar que en estos momentos el Senado cuenta con 31 personas –9 redactores y 19 taquígrafos estenotipistas, a los que se suman un administrativo, un jefe de servicio y un jefe de departamento para las tareas de gestión del Diario de Sesiones–, que se encargan del 90 por ciento de las transcripciones de todo lo que se dice en la Cámara. Habitualmente son suficientes, pero cuando las comisiones se multiplican y no se pueden cubrir todas, la Cámara Alta tiene una empresa subcontratada para esas pocas ocasiones, con la que se completa el 10 por ciento restante. La presencia de mujeres es abrumadora y, prueba de ello, es que en los últimos 25 años sólo cuatro hombres (8%) han accedido mediante oposición al puesto en las Cortes Generales, por 46 mujeres (92%), según recogen los boletines oficiales del Estado desde 1986.
200.000 euros de ahorro al suprimir el Boletín de papel
- El Senado va a ahorrar en su presupuesto de este año un total de 200.000 euros, ya que tanto su Boletín Oficial como el Diario de Sesiones han dejado de publicarse en papel desde el pasado 1 de enero, según fuentes parlamentarias.
- El presupuesto del año pasado contaba para la publicación en papel con 500.000 euros, cantidad que ha descendido hasta los 300.000 euros.
- Ya en 2010, el Senado redujo sus cuentas en un 3 por ciento y para 2011 contará con 55,1 millones de euros frente a los 59,1 millones de gasto de los que dispuso el año pasado.
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