Literatura

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«Los terroristas no tenían derecho a robarle su padre a María»

La tienda Kokolo era una mezcla de sabor a chuches y pan. Era la sonrisa de niños que compraban ilusiones de azúcar, la esperanza de un padre que soñaba con verle la carita a su hija María, de sólo siete meses en el vientre de su madre.

Encarnación Carrasco, viuda del concejal Manuel Indiano, y su hija María, el día de su décimo cumpleaños
Encarnación Carrasco, viuda del concejal Manuel Indiano, y su hija María, el día de su décimo cumpleañoslarazon

Manuel Indiano, concejal del PP en Zumárraga había renunciado a la escolta; no se veía rodeado vendiendo a los chavales. «¿Quién va a entrar si no en la tienda?», decía. Era el «hombre maravilloso» de Encarnación Carrillo, el político entregado que no quería logros que no fueran para los demás, el tendero generoso que regalaba caramelos a los niños, el vecino paciente, el amigo leal, el padre ilusionado.

Zumárraga hervía de calor aquel verano de agosto de 2000. El día anterior, Indiano se había ido junto a su «brujita», Encarnación, a mojar los pies en la playa de la Concha de San Sebastián. Ese día, cenando en el casco viejo le dijo quién quería que fuera el padrino de su niña, que la quería y que «pasara lo que pasara» siempre estaría con ellas.

La sofocante noche apenas les dejó dormir: el perro que tenían no paró de ladrar como si barruntara la despedida de Manuel. «Siempre bajaba con él por la mañana, pero aquel día me dijo que me quedara, que iba a la devolución del pan. ¿Por qué no me di cuenta de algo y pude impedir que bajara?», cuenta su viuda. A las 10:00 de la mañana tres etarras entraron en la tienda de Indiano y le descerrajaron 13 tiros a bocajarro y la tienda de chuches se llenó de su sangre.

Encarnación no escuchó las sirenas, pero un frío escalofrío recorrió su cuerpo. «Presentí que algo había ocurrido. Cuando me tocaron la puerta para decirme que Manuel había sufrido un accidente yo respondí: le han matado». Encarnación se derrumbó con su niña en el vientre y al llegar al hospital una ambulancia, vacía, y con las puertas abiertas le hizo sentir su ausencia. Mientras la atendían de su desmayo, en la habitación de enfrente estaba el tendero de Kokolo, el concejal del PP.

Dos meses después de aquel atentado nació María, idéntica a su padre y lo primero que hizo fue sonreír para borrar tantas lágrimas vertidas por su madre. La vida de Encarnación, que no quería vivir, encerrada en casa durante tres años, se convirtió en una rutina de cambiar pañales y dar de comer. María sabe lo que le pasó a su padre. «Le expliqué que antes de nacer entraron tres personas que no eran buenas en la tienda». Me pregunta cómo era su padre y por qué le mataron. Lloró un día porque no le había conocido».

Encarnación recuerda las pintadas, alguna llamada amenazante, que su vecino era de HB, y que sospechó de los que compartían escaño con Indiano en el Ayuntamiento. «Me tuve que marchar de Zumárraga porque no confiaba en las miradas de la gente ni me gustaban los comentarios». «Los terroristas no tenían derecho a robarle a María a su padre, ni a robarle la vida a nadie». «No sé si los políticos tienen conciencia. ¿Se creen que por negociar con ETA o hacerles concesiones les van a salvar la vida?». A Manuel le mataron «porque ellos estaban en el Ayuntamiento».

Encarnación aún conserva las cartas de amor de Indiano en la mesilla de noche. «¿Ves cuántas estrellas hay? Infinitas. Pues así te quiero yo», le decía Manuel. Y así le quiere Encarnación «porque nunca dejaré de llorar por él».
 

«Vi cómo remataban a dos personas»
Un testigo protegido declaró ayer en la Audiencia Nacional en el juicio a dos miembros del «comando Vizcaya» de ETA por la muerte a tiros en 1983 en un garaje de Bilbao de un teniente y un cabo de la Policía Nacional y de la mujer embarazada de éste. Aseguró haber visto «cómo remataban» a dos personas en el suelo. «Vi que había dos cuerpos en el suelo y que los estaban rematando», declaró el testigo sobre los dos etarras, Juan Manuel Inciarte Gallardo y Félix Ignacio Esparza Luri, para los que la Fiscalía pide 101 años de cárcel para cada uno de ellos.