Antonio Machado
Coto de linces y aves por Ramón TAMAMES
La historia de Doñana comienza en el siglo XVI, cuando el Duque de Medina-Sidonia era propietario de los territorios del actual Parque Nacional, que constituían un gran coto de caza. La esposa del Duque, Ana de Silva y Mendoza –hija de la Princesa de Éboli–, se acomodó en una casa de aquel gran cazadero que, a partir de entonces, comenzó a denominarse «Coto de Doñana». La referida mansión se reformó años más tarde convirtiéndose en un palacio, en el que se alojó Francisco de Goya en 1797; invitado por sus mecenas, la XIII Duquesa de Alba y su esposo el XV Duque de Medina-Sidonia; y allí, según se dice, pintó a la Duquesa Cayetana en sus dos versiones de maja vestida y desnuda.
En 1854, un conocedor de la zona, Antonio Machado y Núñez, destacó la importancia de Doñana por su fauna muy diversa, siendo el naturalista inglés Abel Chapman quien dio a conocer internacionalmente la trascendencia del área para las aves migratorias entre Europa y Africa. Después vendrían los estudios de naturalistas españoles como Juan Antonio Valverde y Francisco Bernis, y de expertos de otros países europeos, como Guy Monfort, Max Nicholson y Luc Hoffman.
Con el esfuerzo de todos esos científicos se consiguió que se abandonaran los proyectos de explotación agrícola intensiva de la zona (arrozales y plantación de eucaliptus), para configurar un espacio natural a conservar. Así las cosas, en 1963 el Gobierno español y el WWF adquirieron una serie de propiedades, para crear la «Reserva de Doñana», cuya Estación Biológica (CSIC) nació en 1964.
Finalmente, en 1969 se demarcó el Parque Nacional de Doñana, cuya zona núcleo está formada por 50.720 hectáreas, y su entorno protegido por otras 54.250.
Toda una historia de cómo se salvó un lugar excepcional, con un conjunto de paisajes formidables y una gran variedad zoológica. En la que destacan el lince y numerosas especies de aves, amén del tránsito de la Romería del Rocío.
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