Barajas
«ETA rubricó el final de la tregua asesinando a mi marido»
«Siempre inauguran el final de las treguas con la muerte de alguien. Pero nunca pensé que me tocaría a mí». Conchita Martín, viuda del teniente coronel Pedro Antonio Blanco vivió cómo ETA, el 21 de enero de 2000, hacía saltar por los aires su vida, rubricando así el final de un alto el fuego.
Las ocho de la mañana quedaron marcadas en su reloj, y en su memoria, como una película, cuando un coche bomba fue explosionado a distancia en el momento en el que su marido se aproximaba al vehículo oficial que le recogía a diario. «Recuerdo que hacía mucho frío; fue todo muy rápido. Se sucedieron las cosas una detrás de otra. Traté de controlar el estado de mis hijos y quería estar a la altura». En el funeral, con una valentía enorme, les dijo: «No nos pueden matar dos veces. Tenéis que estar enteros, que no os vean derrotados».
De 1988 a 1998 se suceden pequeñas «treguas» ofrecidas por ETA, siempre rotas de forma indiscriminada y culminadas con el asesinato de inocentes. Las treguas indefinidas se inician en 1998 con la denominada «tregua trampa», pocos días después del Pacto de Lizarra, que queda rota en noviembre de 1999. «La tregua fue un engaño. Nos la creímos y la amenaza dejó de estar sobre nuestras cabezas, pero pasado el tiempo vimos que era mentira». «Pedro, mi marido, siempre pensó que era una trampa», asegura la viuda del teniente coronel. Blanco era «prudente, como sus compañeros» y nunca aparentaba miedo, o, al menos, no lo transmitía. Hacía una vida normal. «Yo era quien manejaba habitualmente el coche y recuerdo que mi marido me había enseñado los tipos de bomba que ETA estaba actualmente utilizando. Aprendí a vivir con eso, pero con frialdad», recuerda su viuda.
Martín cree que ETA actúa según le van los tiempos y, si ve que el Gobierno tiene dificultades, siempre lanza este señuelo de la tregua. «Dirán que es permanente, porque esto entra dentro de su hoja de ruta, para poder concurrir a las municipales. Esperan que Batasuna organice un nuevo mercadillo para seguir viviendo de nuestros presupuestos».
La viuda de Blanco cree que todas las treguas son pura estrategia y que los gobiernos «deberían mantenerse fuertes y no claudicar nunca». Esos comunicados «tan ambiguos, que reclaman imposibles, parecen dictados por filósofos locos», asegura. Recibe todas las treguas con escepticismo y considera que el Gobierno «necesita un alto el fuego, y por eso lo va a creer, aunque tiene que luchar para que no le dejen de nuevo por tonto».
«Nos vendieron una "burra"»
No cree que ETA deje las armas si se los va reinsertando poco a poco. «Las víctimas fuimos tanteadas por el Gobierno hace un año. Nos dijeron que pretendían desvincular a los abogados de ETA de los presos de la banda, y les proporcionarían unos distintos e irían acercándolos a alguna prisión para que las familias de los presos no metieran bulla y así, desvincularlos de la banda terrorista. Pero no están haciendo nada de lo que nos dijeron, y se justifican en que se está cumpliendo la ley, pero la ley tiene muchas lagunas. Nos vendieron una burra diferente». «Una democracia es incompleta sin la claudicación del terrorismo», afirma.
«¿Cuánto tiempo durará la tregua esta vez?», se pregunta Conchita Martín mientras repasa cómo uno de esos alto el fuego la obligó a cambiar su vida, sus horarios, su casa… para siempre.
En la tregua anunciada en el año 2006, el propio José Luis Rodríguez Zapatero manifestó en rueda de prensa que «dentro de un año estaremos mejor que hoy para el fin de ETA». Al día siguiente, una furgoneta bomba estallaba en el aparcamiento de la T-4 de Barajas segando la vida de Diego Armando Estacio, «un chico tranquilo, risueño, con ganas de vivir», como le describía su padre. Su pasión era el fútbol y su equipo, el Milán. Junto a él, también fue asesinado Carlos Alonso Palate. Su hermano Luis poco sabía de la banda criminal. «Sólo sé que ETA mató a mi hermano, pero poco más», reconocía.
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