Literatura
Vela el ensayista desconocido
Fernando Vela es el último nombre en sumarse a Mauricio Bacarisse, Enrique Díez- Canedo, Ernesto Giménez Caballero, José Bergamín y Juan Larrea. Algunos de los autores que la Fundación Banco Santander ha rescatado del olvido desde el año 2000. La recuperación y la publicación de sus obras amplía el horizonte literario de nuestro pasado. Y el turno, en esta ocasión, le ha tocado a este intelectual, uno de los estrechos amigos de José Ortega y Gasset, y una de las almas que daba aliento a la «Revista de Occidente». Hombre de cultura refinida, que abarcaba con sus escritos conocimientos dispares, como el arte, la política, el cine, el deporte y el difícil y subjetivo género autobiográfico –que cultivó de manera espléndida en dos semblanzas ejemplares, las que dedicó a Mozart y Telleyrand–, Vela (1888-1966), como reconoce el catedrático de literatura José-Carlos Mainer, supo «explorar el mundo». Pero, sobre todo, y siguiendo la estela del autor de «La rebelión de las masas», uno de esos escritores que acuñaban en su prosa lo ameno, lo reflexivo y lo exacto, sabía decir lo que quería y decirlo, y, además, con claridad y sencillez. Este tomo reúne 39 piezas ensayísticas que dan la medida de su talla humanística y de la proyección que tuvo en su época. De hecho, fue él quien estuvo en algunas de las decisiones más importantes y decisivas de la «Revista de Occidente», aparte de ser uno de los responsables en incluir los determinantes colaboradores que pasaron por sus páginas. Un carácter, que, como definió Ortega y Gasset, tenía la «laboriosidad de la abeja» y que dejó un legado que se ha mantenido oculto para la mayoría de los lectores. «Es una obra merecedora de ser consideraba, por la lucidez del pensamiento, la amplitud de intereses y la desenvuelta y precisa escritura, entre las de mayor altura intelectual de su tiempo», comenta Eduardo Creus, antólogo y responsable de este volumen. En él aparecen las inquietudes que motivaban su pensamiento y la genialidad de comparar talentos de diferente factura, como el de Goethe, en la esfera de las letras, con el de Roosevelt, que se movió en el ámbito de la política. Como espíritu anticipador, se atrevió a impulsar la idea de una Unión Europea, como atestigua una conferencia pronunciada en Madrid en 1951.