Campaña electoral
El 15-M era esto
Se rasgan las vestiduras. Ahora. Y entonan el orteguiano «no es esto, no es esto…». Pero sólo los cándidos de espíritu y los ávidos de un rédito político vieron en el 15-M algo distinto de lo que realmente es desde su origen: una amalgama de grupos antidemocráticos con vocación totalitaria.
Allí estaban todos en la adhesión a un manifiesto que despertó tanta simpatía en mucha gente decente que sufre las consecuencias de una crisis acentuada por un Gobierno incompetente. Bastaba consultarlo en internet: simpatizantes con la dictadura cubana unos, con Bildu otros, con la izquierda anticapitalista los más, okupas, sindicatos anarquistas, viejos comunistas, nostálgicos de la II República… Vamos, toda esa caterva de grupos activados por ideologías fracasadas e intransigentes, siempre más proclives a la subversión violenta que al respeto de la voluntad libremente expresada en las urnas. Todos sin solvencia intelectual para diagnosticar las razones verdaderas de su indignación y la formulación de soluciones apropiadas.
En ese estercolero busca una muleta ese PSOE moribundo que necesitará la calle cuando los ciudadanos le condenen a vagar sin fortaleza política, como ya ha sucedido en comunidades y ayuntamientos. Toca, pues, lavar la cara de un movimiento que ha mostrado su verdadero y temible rostro. Intentando convencernos de que los violentos que sitiaron el Congreso de los Diputados primero, las Cortes valencianas y el Parlament catalán después, los que coaccionaron a los alcaldes recién elegidos por el pueblo, los que asaltaron televisiones y supermercados, los que siguen ocupando de forma ilegal la Puerta del Sol y tantas plazas de España, no representan al 15-M. Como si fuera posible distinguir quién representa a quién en esa marabunta asamblearia en la que todos comparten acampada.
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