Energías limpias

The blue economy por José Antonio VERA

The blue economy por José Antonio VERA
The blue economy por José Antonio VERAlarazon

Gunter Pauli, doctor en diseño de ecoproductos, empresario y asesor medioambiental del Gobierno japonés, es un economista polifacético que habla siete idiomas y ha fundado Zeri (Zero Emissions Research and Iniciatives), plataforma desde la que predica su «blue economy», un concepto que contrapone a la «economía verde» tradicional por considerar que ésta no ha conseguido viabilidad porque ha obligado a las empresas y a los ciudadanos a pagar más por consumir lo mismo, a cambio de preservar el medio ambiente. Cosa que en buena parte es verdad. Los productos verdes son casi siempre más caros y no por ello mejores. Al contrario, en numerosas ocasiones abunda lo mediocre revestido de etiquetas «green», lo que no hace sino aumentar la frustración. La gente quiere vivir en verde pero el entorno no ayuda. Disponer de tu propia energía procedente de placas solares es caro, y comer tomates ecológicos también. Por eso Pauli propugna un tipo de ecología sostenible pero menos costosa, que consiste en imitar a la naturaleza en la gestión de los residuos. Pone decenas de ejemplos. Cien mil toneladas de titanio se tiran a la basura cuando nos deshacemos de las maquinillas de afeitar. En el Pacífico hay acumuladas enormes islas de plásticos sobrantes que no se degradan. Extraemos la celulosa de los pinos para elaborar papel, desechando el 80 por ciento restante del árbol. La cosecha de café deja un 99,8 por ciento de biomasa como residuo. Pero el desecho de café es muy rico en aminoácidos esenciales, excelente para las gallinas, como abono de setas, y para piensos de perros y gatos. Con la basura orgánica se puede producir biogás. Por eso este guró medioambiental dice que hay que funcionar como los ecosistemas, con una regeneración constante. En eso se basa la economía azul. Su ecología azul.


Consiste en entender lo que sobra como recurso y en buscar soluciones inspiradas en la naturaleza. Así construyó Pauli la primera fábrica ecológica de detergentes del mundo sin desechos. Y todo un pabellón levantado de bambú, el acero vegetal, en la Exposición de Hannover. El bambú es sostenible, resiste a los seísmos y es barato. En vez de producir plásticos a partir del petróleo, se puede hacer desde los restos de comida, biodegradables y reciclables. Con las cáscaras de los cítricos, por ejemplo, se producen piensos o jabón, y con la pulpa de la zanahoria, un alimento idóneo para los cerdos. Y así cientos o miles de ejemplos. Los minerales absorbidos nutren a los microorganismos, éstos a su vez a las plantas, éstas a otras especies, y el desecho de unos es el alimento de otros. Pauli lo expone con la naturalidad de quien lleva años trabajando en las tres erres –reducir,reutilizar y reciclar– y ha logrado sacar decenas de proyectos adelante. Sus teorías se están extendiendo con tanto éxito, que en los últimos tiempos el azul viene cambiando el color oficial de la ecología. Así se habla de coches ecológicos «bluecars», y marcas como Volkswagen o Mercedes ponen las etiquetas «BlueMotion» o «Bluefficiency», y la filial de Fiat New Holland coloca bajo la denominación «ecoblue» a sus tractores con menos emisiones. O qué decir de la campaña «actitud azul» de Endesa o el «blueearth» de Samsung con su móvil de energía solar? ¿Tendencia o simple moda?