Comunidad de Madrid

Desolación

La Razón
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De cuando en cuando me gusta personarme en la sede de mi periódico con el fin de intrigar, conspirar y distraer de sus obligaciones a los miembros de la Redacción. La Redacción de LA RAZÓN es mayoritariamente joven y en lo que respecta a su nutrida representación femenina, de alta belleza y alegría. Pero en mi última visita, intuí una tristeza generalizada, extendida sobre todas las mesas, algo agobiante. El Director, Francisco Marhuenda, me reveló el motivo de la desolación. «Tomás Gómez ha vetado a LA RAZÓN, porque dice que no somos imparciales con él». Oída y asumida la revelación, también la amargura se depositó en mi ánimo. Porque hay mucho de injusticia en esa determinación política. En este periódico se ha tratado muy bien a Gómez y Gómez. Yo, por mi parte, siempre lo he considerado como un auténtico líder. Me emociona cuando habla y aunque en ocasiones no comparto sus mensajes, a punto están de convencerme. Me hice casi mil kilómetros para contemplar su gran cartel de caballero «Invictus», y ese esfuerzo no lo harían –pongo la mano en el fuego–, bastantes miembros de su propia familia. He leído todos sus obras de pensamiento político y ensayos de macroeconomía. Y también su delicioso opúsculo «Parla y yo». Por ahí no se puede quejar el arrollador candidato del PSOE a la presidencia de la Comunidad de Madrid.
Nadie en la Redacción de LA RAZÓN siente animosidad por Gómez y Gómez. Es un político despierto, chispeante y decidido. Es más, creo recordar que en las primarias Gómez y Gómez contó con más apoyo en este periódico que Trinidad Jiménez. El problema de Gómez y Gómez es que se ha dado a conocer un poco tarde. Y también es perdonable ese retraso en pos de su popularidad. Cuando un servidor público circunscribe su servidumbre durante mucho tiempo a un solo municipio, Parla en su caso, no puede quejarse de la falta de entusiasmo que despierta en Torrelodones, o en El Escorial. Si en lugar del cartel de «Invictus», se hubiera presentado en el Monasterio escurialense a caballo, con lanza, espada, jubón, peto, botas y casco, otro gallo cantaría. Pero de tamaño error no tiene culpa la Redacción de LA RAZÓN, sino su asesor de imagen, que no es Barroso por lo que se ve. Y cuando se equivoca, tampoco en LA RAZÓN puede encontrar al culpable de su error. Con gran solemnidad proclamó a los cuatro vientos un bello mensaje fruto de su talento y de su exclusiva responsabilidad: «Me gustaría para Madrid lo que Zapatero ha hecho en España». Y claro, ese mensaje interpretado con perversidad ha dado lugar a que el Partido Popular obtenga un beneficioso saldo, estableciendo una directa relación entre el bellísimo mensaje de Gómez y Gómez y los cinco millones de parados en la España de Zapatero. Y si a ello se suma la contumaz falsedad del copago sanitario y su obsesión por descalificar a esperanza Aguirre por un título nobiliario que de su esposo le viene –obsesión que podría analizarse desde la envidia y el resentimiento social del siglo XIX–, nos hallaríamos ante una situación que no inspira ni el entusiasmo ni el elogio, y que no es situación creada por este periódico, sino por Gómez y Gómez y su grupo de asesores, que parecen nombrados por Esperanza Aguirre, a la que me dispongo a votar con plena convicción, impulso individual del cual nada tiene que ver LA RAZÓN. Y lo lamento, porque Gómez y Gómez es un dirigente mundial.