Sevilla
La noche triste del socialismo
A quienes iban a visitar a Aznar tras el atentado de ETA les comentaba: «Ahora ya tengo carisma». Ya lo tiene Mariano Rajoy, al que incluso sus seguidores le tachaban de «Sosomán», que era el apelativo del primer Zapatero. En estas extravagantes elecciones se ha votado la necesidad de alternancia, el convencimiento de que con el progresismo desordenado de Zapatero y el PSOE no podemos seguir viviendo y que hacen falta otras personas y otros métodos de trabajo.
Los socialistas han ensuciado la campaña con argumentos ad hóminem e intentando sembrar el pánico. Rajoy no se ha despegado del guión, no ha aceptado ninguna provocación y ha hablado del bolsillo del votante. ¿Qué le pasa a Zapatero, iracundo, congestionado, insultador, prometiendo más empleo en mayo? Izquierda Unida, abogada de los indignados, quitará alcaldías al PP para que las gobierne el PSOE, y la comunidad extremeña. Y Rosa Díez está felizmente condenada a ir creciendo lentamente porque recibe los votos de los desencantados que aún creen en el sistema y no de los acampados que no votan. Si esto fuera una primera vuelta a la francesa no habría «ballotage» y Rajoy entraría en La Moncloa.
Con la caída de Castilla-La Mancha y la alcaldía de Sevilla, la noche triste es socialista. Los nueve meses que faltan, los administrará Zapatero cruelmente para impedir que siga subiendo el souflé del Partido Popular. Cualquier trapacería será buena, como propalar que el PP suprimirá la paga del 18 de Julio. ETA cambia la política vasca. Que le den las gracias a Zapatero, padre del monstruo. El éxito es de un partido moderado, poco ideologizado, y de un hombre tranquilo. El PSOE necesita ingresar en Urgencias.
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