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El Concepto Estratégico de la OTAN

 
 larazon

A veces imagino a la OTAN –para la que he trabajado más de seis años como Almirante– como una carreta de dos bueyes que arrastran una pesada carga. De los sesenta y un años que lleva caminando sin parar, la mayoría del tiempo ha sido el buey norteamericano el que más ha tirado, especialmente cuando la carga era el defender las libertades de Occidente ante los intentos soviéticos. Ahora la carga es diferente, en parte nos dirán cuál será en la cumbre que hoy se celebra en Lisboa. Pero, increíblemente, el buey europeo comienza a tener más tracción al estar el norteamericano distraído mirando hacia otro lado diferente de la dirección común.
Fin de los símiles. Durante estos largos años cuántos esfuerzos y cuántas alegrías, como cuando cayo el Muro de Berlín sin disparar un tiro. Pero también muchas frustraciones como las que llevaron al presidente Clinton a decidir la intervención en la ex Yugoslavia al pensar, que aun siendo un asunto europeo, la OTAN no sobreviviría a las recriminaciones o cuando tras el 11 de septiembre y declarar el Artículo 5, la administración Bush decidió no utilizarla y actuar organizando una coalición ad hoc.
El principal problema de la OTAN desde que cayó el Muro de Berlín es que ha dicho una cosa y hecho otra. El documento que en una alianza político militar sirve para identificar los peligros que la acechan –su razón de ser– y cómo va a ser la maniobra para superarlos se denomina en jerga OTAN, «Concepto Estratégico». Los últimos dos documentos con dicho nombre, incluido el que está en vigor, no identifican ninguna amenaza sino que listan una serie de hipotéticos riesgos sin dar la mínima pista de cómo combatirlos. Y encima son documentos públicos más dedicados a justificarse ante la opinión pública que a identificar las amenazas. En esta situación de indefinición acontecieron el 11 de septiembre, los ataques contra Madrid y Londres y desde luego las intervenciones en los Balcanes y en Afganistán.
El nuevo Concepto Estratégico que esperemos pueda aliviar la situación de estar combatiendo en Afganistán mientras que no sabemos para qué hay que prepararse en el futuro, se aprobará en Lisboa, tratando de aclarar ambos asuntos. No se conoce su texto pues pese a que tras su aprobación será público ha sido clasificado nada menos que de «Nato Secret», lo que indica que se trata más de prevenir el fuego amigo que de protegerlo del escrutinio de nuestros enemigos y adversarios. Sin embargo el secretario general Rasmussen el pasado 8 de octubre dio a conocer lo suficiente para poder emitir unas opiniones preliminares. La defensa colectiva continuará siendo el núcleo de la Alianza. Ya se sabe: un ataque contra uno es un ataque contra todos. Esta seguridad que al fin y al cabo es una firma en un papel, solemne, pero papel al fin, fue en el pasado materializado por hechos tales como el estacionamiento de un ejército expedicionario norteamericano en Centroeuropa. Ahora se le quiere dar una interpretación más actual intentando que esta defensa colectiva se pueda materializar más allá de las fronteras físicas y funcionales.
También tratará el nuevo Concepto de la disuasión nuclear ligándola con una defensa contra misiles balísticos asequible, pues contra más eficaz sea esta última menos habrá que apoyarse en la primera. Y con esto se avanzará hacia el nirvana del mundo sin armas nucleares del presidente Obama establecido pese al actual panorama en el que hace aguas el Tratado de No Proliferación.
La ampliación hacia el este de la OTAN, admitiendo a naciones que consumían más que producían seguridad, fue seguida por su correspondiente entrada en la Unión Europea, también pidiendo más que aportando en lo económico. El tiempo dirá si todo esto responde más a intereses norteamericanos que genuinamente de la UE, pero está claro que esta ampliación dejó a Rusia muy dolorida. Se trata ahora de ofrecer a este país una asociación más útil que le aleje de su perpetua reivindicación contra Occidente.
También en el nuevo Concepto trata de reforzar el llamado «partenariado», barbarismo derivado del partenerships, con el que en el pasado se invitaba a naciones afines a participar en nuestras operaciones expedicionarias a cambio de algunas vagas promesas de acercamiento político. Se trata ahora no sólo de que sigan aportando, sino de que satisfagan sus necesidades de seguridad y participen en las decisiones. Y de todos los socios de la OTAN ninguno tan importante como la UE al menos por la no baladí razón de que la mayoría de las naciones miembros de ambas organizaciones debemos mostrar un mínimo de coherencia. En el Tratado de Diciembre del 2009, también casualmente en Lisboa, la UE hizo la gran concesión de designar a la OTAN como el marco para organizar su defensa. El nuevo Concepto debe responder a este cheque en blanco permitiendo que en el seno de la OTAN se constituya una visible y eficaz identidad europea. Veremos.
Habrá que ver si norteamericanos y europeos podemos seguir compartiendo la misma visión de seguridad de este mundo globalizado cuyo centro se va desplazando hacia Asia, donde cada vez combatimos y negociamos más. La ensimismada Europa deberá tarde o temprano decidir si su seguridad es global o regional. Si nos decidimos por esta última opción, la administración Obama y sus sucesoras posiblemente decidan desengancharse de Europa. De todos modos creo que el futuro de la OTAN se determinará más por cómo salimos de Afganistán que por unas bellas palabras escritas sobre un solemne documento más dedicado a convencer a los propios que ha imponerse a los adversarios.