Festival de San Sebastián

Sitges: cuando conseguir entradas es lo fantástico

Durante años he leído -y editado- desde la sección de Cultura las crónicas que Carlos Pumares manda a LA RAZÓN desde los más diversos festivales de cine. En ocasiones, hay que reconocerlo, he pensado: "Ya está otra vez el cascarrabias del Pumares. Que si la organización esto, que si la organización aquello...".

El director Eugenio Mira (c), junto a los actores Eduardo Noriega (i) y Bárbara Goenaga, durante la presentación de su película "Agnosia"en el marco del Festival de Cine Fantástico de Sitges
El director Eugenio Mira (c), junto a los actores Eduardo Noriega (i) y Bárbara Goenaga, durante la presentación de su película "Agnosia"en el marco del Festival de Cine Fantástico de Sitgeslarazon

Claro que era él el que estaba allí, el que sabía lo que ocurría en las tripas del certamen. Este año le sustituyo en el Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Sitges: Pumares ejerce de jurado y tuvo claro desde que se lo ofrecieron que no era ético decidir y criticar a la vez. Así que aquí me hallo, y he de decir que empiezo a comprender la desesperación de don Carlos.

Viene todo esto a cuento de dos de las películas de las que debería estar hablando aquí pero que me he quedado sin ver: "Rubber", una cachonda historia francesa -o eso creo, por lo leído aquí y allá- sobre un neumático asesino, y "Confessions", una "japo"con historia de venganza materna y escolares pasados de vueltas.

La primera no pude verla por culpa del desorden horario del festival. Nunca he estado en uno con tal caos: la puntualidad brilla por su ausencia. Así las cosas, si una película o rueda de prensa empieza más tarde de lo anunciado, ya no llegas a la siguiente, hecho que refuerza el alto número de secciones y de títulos por sección.

 Para entendernos y no caer en el "cascarriabismo", lo explicaré: En una tarde se llegan a programar tres y cuatro cintas de las dos secciones "importantes", la Oficial Fantàstic Competiciò -24 cintas para nueve días hábiles, echen cuentas- y la Fantàstic Panorama -otros 16 filmes-, sin contar el apartado más comercial, de asistencia obligada para medios nacionales, pues es donde se presenta lo que seguro que se estrenará, la Fantàstic Gales.

Por la mañana no hay problema, la asistencia es libre para la prensa. Pero los tickets de las sesiones vespertinas han de ser solicitados. Ah amigo, y aquí empieza el funcionamiento del "Ministerio de Sitges": las entradas se recogen sólo de 16 a 21 horas del día anterior. Ni media broma. Parecería margen suficiente, si no fuera porque a esas horas lo suyo es estar viendo otras películas... Y claro, sin contar que a las cuatro de la tarde ya hay una cola kilométrica (¡sí, de medios acreditados!) para recoger sus tickets del día siguiente. Una cola que tarda en avanzar porque hay sólo un par de voluntarias atendiendo a centenares de medios. En fin, un sistema demencial. Conclusión: quien firma tampoco pudo ver la película del japonés Tetsuya Nakahima (o sea, "Confessions"): estaba en plena odisea de conseguir entradas para el día siguiente. Supongo que mañana me pasará igual y así durante el resto del festival.

Hoy ya me he perdido otro pase por idéntica razón: la mexicana "Somos lo que hay", una de canibalismo familiar firmada por Jorge Michel Grau. Queda la opción de quedarse sin comer -no los caníbales, me refiero a quien firma- y montar guardia ante las taquillas desde dos horas antes. Aunque digo yo que podríamos dejar esos sufrimientos para los fans quinceañeros, que se entregan con fervor a lo que les echen para hacerse una foto con uno de los vampiros de "Crepúsculo"(no me pregunten cuál, pero uno de los actores de la saga está por aquí promocionando el DVD). Y digo, ya de paso, que, dado que la prensa viene a trabajar, sería más fácil ser algo más flexibles, ampliar el horario de recogida o poner más gente, ¿no?

No todo, que conste, es la de cal (¿o es la de arena? Nunca me quedo claro cuál es cuál?). El exquisito trato personal es la tónica por lo demás y Sitges puede presumir de una amplia e interesante programación. Arrancó regular el concurso con "Kaboom": digo regular porque es una genial "boutade"de aire lynchiano que firma el californiano Gregg Araki. Podría ser un pedazo de película "indie", una cinta de culto, si no se desmadrase hacia el final: el protagonista, un chaval de confusa identidad sexual -le tiran más los tíos, aunque navega entre aguas- está en pleno despertar emocional, físico y vital. A sus 18 años le asaltan extraños sueños.

Y no será lo más raro que le pase: en pocos días su vida de campus universitario se convertirá en un laberinto de sucesos inexplicables en el que unos hombres con caretas de animales le persiguen, su mejor amiga se lía con una especie de bruja ninfómana vengativa y a su ordenador llegan mensajes y vídeos inquietantes. Resumen matemático: "Donnie Darko"+ "Mullholland Drive"+ "Casino Royale"(la antigua) = "Kaboom". Aunque ya saben que en cine dos más dos no siempre son cinco. Aun así, rompo una lanza en favor de esta atrevida y fresca gamberrada con sectas apocalípticas que, si no se toma en serio, es un fino retrato -quizá algo escorado en lo sexual hacia un lado- de un grupo de jóvenes de hoy en día.

La cosa mejoró muy mucho -aquí, en Sitges, el público aplaude y abuchea si se tercia, es costumbre, y con esta cinta el aplauso fue unánime- con "A woman, a gun and a noodle soup"("Una mujer, una pistola y un plato de fideos"), la revisión que ha hecho el veterano y sólido Zhang Yimou de "Sangre fácil", de los hermanos Coen. Si aquella transcurría en el medio oeste americano, ésta viaja, cómo no, a la China antigua.

En un indeterminado paraje de unos arenales desérticos está la taberna del viejo Yang. Y serán su mujer y el amante de éste los objetivos de su ira. Aunque es difícil tomarse muy en serio el "remake", sangriento, sí, pero cómico por lo que tiene de costumbrista y bufo: sus personajes, desde un gordo criado dentón a un frío asesino que no acaba de rematar su faena, se comportan de forma patosa y el experimento funciona: Zimou nos viene a decir que el humor soterrado de los Coen, que apenas explotaba en aquel magistral debut (después se volvieron menos sutiles) puede ser una fiesta si se le pone un poco de color. Y aquí abunda. Si no, ya verán la túnica que lleva el "prota"toda la película...

Por cierto, el certamen homenajea a dos clásicos: "El resplandor", de cuyo estreno se cumplen 30 años -impresiona ver en una vitrina la famosa hacha con la que Jack Nicholson rompía la puerta del cuarto de baño de Shelley Duvall, todo un fetiche del terror- y a Paul Naschy, un clásico en sí mismo del género fallecido recientemente. Vaya mi homenaje para él con el nombre de esta crónica desde Sitges. Mañana, más mordiscos.