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Syd Barrett un gran agujero negro

Detrás de cada enfermedad mental hay un desencadenante. Esto pretende demostrar Rob Chapman en una biografía reciente de Syd Barrett, fundador de Pink Floyd, que acabó recluido en una habitación junto a su madre durante 20 años

Syd Barrett un gran agujero negro
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«Recuerdo cuando eras joven / Brillabas como el sol / Ahora tu mirada es como agujeros negros en el cielo / Vuelve a brillar, loco diamante». Así comenzaba «Shine on you crazy diamond», una de las grandes canciones de Pink Floyd, el homenaje al viejo compañero perdido. Se llamaba Syd Barrett y hoy, lejos de caer en el anonimato, se mantiene como una de las leyendas más oscuras y fascinantes de la historia de la música popular. Su obra y su personalidad siguen generando múltiples análisis y literatura. «Syd Barrett: A very irregular head», de Rob Chapman, es el último libro aparecido en el mercado anglosajón para intentar arrojar algo de luz en la obra del guitarrista y líder original de Pink Floyd. En esta obra, el autor propone un análisis de todas las vivencias que culminaron en la fatal crisis que sacó a Barrett de este mundo. Aislamiento voluntarioAsí, Chapman habla con amigos de la infancia del músico, con viejos compañeros de habitación, con figuras de la contracultura londinense que le conocieron en sus primeros días como artista… La idea es: detrás de toda enfermedad mental hay un desencadenante. Y eso es lo que Chapman se propone investigar. Llegados a este punto, habría que explicar por qué hoy sigue siendo tan cautivadora la personalidad de Barrett, por qué siguen saliendo tantos libros sobre su elusiva figura en todos los idiomas. También en español, con la obra «Crazy Diamond. Syd Barrett y el amanecer de Pink Floyd», firmado por Mike Watkinson y Pete Anderson. En definitiva: qué tiene de especial un tipo que apenas grabó un disco con Pink Floyd (el mítico «The Piper at the Gates of Dawn») y que murió el 7 de julio de 2006 tras dos décadas de voluntario aislamiento. Barrett llegó a Londres en 1963 para estudiar en la Escuela de Arte de Camberwell y más tarde conoció a Roger Waters. Ambos decidieron montar su propio proyecto, The Pink Floyd Sound, inicialmente concebido para desarrollar la pasión de Waters por el «blues». La psicodeliaPero Barrett tenía otra idea. Su espíritu vanguardista y experimental le empujó a ir más allá de lo realizado por bandas como Beatles, Love o Jefferson Airplane. Llegó el verano del amor, también el amor libre y la psicodelia… Y Barrett no pudo resistirse a sus encantos. La canción «See Emily Play» fue un sencillo de éxito y animó a Barrett y Pink Floyd a volcarse en el trabajo de «The piper at the Gates of Dawn», el que sería su primer disco. «Astronomy Domine» abría un álbum impactante, con la originalísima guitarra de Barrett en primer plano. Luego venían «Lucifer Sam», «Matilda Mother», «Flaming», «Pow R. Toc H.», «Take Up Thy Stethoscope And Walk»… Obras maestras de la psicodelia. El larguísimo instrumental de «Interstellar Overdrive» era apabullante, al igual que «The Gnome», «Chapter 24», «Scarecrow» o «Bike», un tema que encuentra su referente en «Being for the Benefit of Mr. Kite!», de los Beatles. Realmente fue el único disco que Barrett hizo en plenas condiciones físicas y mentales. No fue sencillo terminar el álbum, pues para entonces el guitarrista ya estaba inmerso en una violenta espiral de consumo de drogas, especialmente LSD. Una esquizofrenia agravadaEra algo más que un flirteo. Era una adicción, la menos recomendable para un hombre con problemas congénitos de debilidad mental. Barrett padecía esquizofrenia agravada por episodios psicóticos, una situación totalmente incapacitante que le obligó a someterse a cuidados intensivos y a retirarse a casa de sus padres. Para comienzos de 1968, Pink Floyd ya tenía varias cosas claras y Waters encontró a un nuevo guitarrista en sus filas, el magnífico David Gilmour. Poco a poco, la banda iría tomando un camino diferente, aunque sin olvidar sus raíces. Un final tristeComo sugiere Chapman en su reciente libro, Pink Floyd casi agradeció la incapacidad de Barrett. «Contrapuesto a la perspectiva de ver saboteados sus ambiciosos proyectos por un espíritu recalcitrante y obstructivo como Syd Barrett, ellos tomaron la realista decisión, pero completamente racional, de seguir sin él... El resto es historia», suscribe. Efectivamente, Pink Floyd fue refinando su sonido hasta dar con la tecla. Todavía hoy es una de las bandas más vendedoras de la historia gracias a álbumes como «Wish you were here», «Dark side of the moon» o «The wall». ¿Y qué pasó con Barrett? La historia resulta bastante triste. Más bien fue dando tumbos hasta que decidió recluirse junto a su madre, en una pequeña habitación en la que pasó íntegramente sus últimas dos décadas de existencia. Allí pintaba, únicos restos que sobrevivieron de su antigua vena creativa. También recibía las visitas periódicas de un médico que vigilaba la evolución de los trastornos de su mente. Los antiguos miembros de Pink Floyd pagaron el tratamiento hasta el mismo día de su muerte. Y eso que en la única entrevista que dio en este tiempo aseguró que no sabía qué era aquello de Pink Floyd, que no recordaba quiénes eran sus viejos compañeros. Sí, ese «agujero negro» del que hablaba «Shine on you crazy diamond». Barrett fue un antihéroe en toda regla, una antiestrella, pero el diamante sigue brillando. La caída del muro... otra vezPink Floyd cerró una etapa en 1980, cuando publicó «The Wall». Su presentación en directo también marcó un hito. La banda actuaba delante de miles de espectadores, pero éstos no veían a los músicos. Un impresionante muro los tapaba mientras los ladrillos iban cayendo. No se supo más de «The Wall» hasta el 21 de julio de 1990, cuando Waters organizó un egocéntrico espectáculo en Berlín para asistir a la caída de un segundo muro ante 250.000 personas. Ahora, 20 años después, «The wall» abre sus puertas y hay 35 fechas confirmadas en EE UU entre septiembre y diciembre. Y, según la web «Neptune Pink Floyd», Waters tiene ya otras 57 fechas confirmadas en Europa a partir de marzo del 2011. El espectáculo parece hecho a la medida de la personalidad de Waters y el escenario tendrá 27 metros cuadrados. El muro contará con más de 73 metros de ancho y 10 de alto. También se habla del mejor sonido jamás escuchado en un concierto.